Monición de entrada
Queridos hermanos, tengan todos muy buenos días (tardes, noches). Les damos una cordial bienvenida a la celebración de esta Santa Misa, en el Sexto Domingo de Pascua.
En dos semanas estaremos celebrando Pentecostés y hoy aparece en las tres lecturas el protagonismo del Espíritu, que es quien da vida a la comunidad.
Antífona de Entrada
Con voz de júbilo, anúncienlo;
que se oiga. Que llegue a todos
los rincones de la tierra: el Señor
ha liberado a su pueblo. Aleluya.
Animados por el mismo Espíritu del Resucitado, nos disponemos a comenzar esta Santa Misa. Todos de pie, y entonemos el canto de entrada.
Monición a la primera lectura (Hechos de los Apóstoles 6, 1-7)
Después de la muerte de Esteban, un buen número de cristianos tienen que huir de Jerusalén. Son ellos quienes difunden la fe en Samaría y en Siria. La persecución se convierte en instrumento de difusión y hoy se nos narra cómo esa proclamación es confirmada por el Espíritu Santo, que se manifiesta en «signos y curaciones. Escuchemos.
Primera Lectura Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (8, 5-8. 14-17)
En aquellos días, Felipe
bajó a la ciudad de Samaria
y predicaba allí a Cristo.
La multitud escuchaba con
atención lo que decía Felipe,
porque habían oído hablar
de los milagros que hacía y los
estaban viendo: de muchos
poseídos salían los espíritus
inmundos, lanzando gritos, y
muchos paralíticos y lisiados
quedaban curados. Esto
despertó gran alegría en aquella
ciudad.
Cuando los apóstoles que
estaban en Jerusalén se
enteraron de que Samaria había
recibido la palabra de Dios,
enviaron allá a Pedro y a Juan.
Estos, al llegar, oraron por los
que se habían convertido,
para que recibieran el Espíritu
Santo, porque aún no lo
habían recibido y solamente
habían sido bautizados en
el nombre del Señor Jesús.
Entonces Pedro y Juan
impusieron las manos sobre
ellos, y ellos recibieron
el Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Monición al salmo responsorial (Salmo 32)
Con el salmo 65 alabemos a Dios por sus maravillas en favor de los hombres, especialmente por darnos su salvación por los sacramentos. Hagámoslo diciendo todos:
R. Las obras del Señor son admirables. Aleluya.
- Que aclame al Señor toda la tierra. Celebremos su gloria y su poder, cantemos un himno de alabanza, digamos al Señor: “Tu obra es admirable”. R.
- Que se postre ante ti la tierra entera y celebre con cánticos tu nombre. Admiremos las obras del Señor, los prodigios que ha hecho por los hombres. R.
- El transformó el mar Rojo en tierra firme y los hizo cruzar el Jordán a pie enjuto. Llenémonos por eso de gozo y gratitud: el Señor es eterno y poderoso. R.
- Cuantos temen a Dios, vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí. Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su gracia. R.
Monición a la segunda lectura (1 Pedro 2, 4-9)
Por última vez en la Pascua leeremos la carta de Pedro. El texto de hoy se dirige a una comunidad que ha experimentado la persecución por su fe, animándoles en la perseverancia, asistidos por el mismo Espíritu que hizo que Cristo volviera a la vida.
Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (3, 15-18)
Hermanos: Veneren en sus
corazones a Cristo, el Señor,
dispuestos siempre a dar, al
que las pidiere, las razones
de la esperanza de ustedes.
Pero háganlo con sencillez y
respeto y estando en paz con
su conciencia. Así quedarán
avergonzados los que denigran
la conducta cristiana de ustedes,
pues mejor es padecer haciendo
el bien, si tal es la voluntad de
Dios, que padecer haciendo
el mal. Porque también Cristo
murió, una sola vez y para
siempre, por los pecados de
los hombres: él, el justo, por
nosotros, los injustos, para
llevarnos a Dios; murió en su
cuerpo y resucitó glorificado.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Monición al Evangelio (Juan 14, 1-12)
Sigue el tono de despedida iniciado en el evangelio de san Juan proclamado el domingo anterior. Las palabras de Jesús manifiestan hoy un tono tranquilizador, porque, si por una parte es necesario que él desaparezca, por otra les promete no dejarles en absoluta orfandad, pues les enviará el Espíritu Santo.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El que me ama, cumplirá
mi palabra, dice el Señor;
y mi Padre lo amará
y vendremos a él.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (14, 15-21)
En aquel tiempo, Jesús dijo
a sus discípulos: “Si me aman,
cumplirán mis mandamientos;
yo le rogaré al Padre y él les
enviará otro Consolador que
esté siempre con ustedes, el
Espíritu de verdad. El mundo
no puede recibirlo, porque no
lo ve ni lo conoce; ustedes,
en cambio, sí lo conocen,
porque habita entre ustedes y
estará en ustedes.
No los dejaré desamparados,
sino que volveré a ustedes.
Dentro de poco, el mundo no
me verá más, pero ustedes
sí me verán, porque yo
permanezco vivo y ustedes
también vivirán. En aquel día
entenderán que yo estoy en
mi Padre, ustedes en mí y
yo en ustedes.
El que acepta mis
mandamientos y los cumple,
ése me ama. Al que me ama
a mí, lo amará mi Padre,
yo también lo amaré y me
manifestaré a él”.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los fieles
Opción 1
Presidente:
Queridos hermanos, movidos por el Espíritu Santo y confiando en que Dios nunca desampara a sus hijos, presentémosle ahora nuestras plegarias diciendo todos:
Padre de amor, escucha nuestra oración.
- Por la Iglesia y sus ministros, llamados a dar razón de su fe, con sencillez, humildad y respeto, para que alce su voz para anunciar al mundo la promesa de Jesús de enviarnos al Espíritu Santo. Oremos.
- Para que la paz unida a la solidaridad y al desarrollo sea una verdad vivida y buscada por todos. Oremos.
- Para que quienes sufren por la enfermedad o la soledad encuentren que hay razones para vivir en la esperanza y que, animados por el Espíritu Santo, den testimonio de esa esperanza. Oremos.
- Por esta comunidad, para que el Espíritu de la Verdad permanezca en nosotros y así podamos reconocer a Jesucristo presente en la Iglesia, en la Eucaristía y también en nuestros hermanos. Oremos.
Señor, creemos que el Espíritu Santo, promesa hecha realidad, habita en la Iglesia. Escucha las oraciones que este pueblo, movidos por el mismo Espíritu, ha dirigido a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Opción 2
Presidente:
Unidos a Cristo, que intercede siempre por nosotros, elevemos, hermanos, nuestras oraciones al Padre diciendo todos:
Padre, escucha nuestra oración.
- Por la Iglesia, para que Jesús, muerto y resucitado, le conceda ser, con firmeza y valentía, testimonio perseverante de su resurrección. Oremos.
- Por el mundo entero, para que el Resucitado, que dio a los apóstoles su paz, haga posible también que la paz reine entre las naciones. Oremos
- Por todos los enfermos y los moribundos, para que Cristo, que venció la muerte con su resurrección, transforme sus sufrimientos en aquella alegría que nunca nada ni nadie les podrá quitar. Oremos.
- Para que nosotros, llenos del Espíritu Santo, experimentemos el deseo de proclamar la Buena Nueva de salvación a los más alejados de la Iglesia. Oremos.
Dios nuestro, que por la resurrección de Cristo nos has redimido, escucha nuestra oración e infúndenos tu Espíritu de la verdad para que, llenos de su sabiduría, sepamos siempre dar razón de nuestra esperanza. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Monición Presentación de las Ofrendas
Con las ofrendas de Pan y Vino llevemos al altar también los esfuerzos y sacrificios por tener una vida más digna. Hagamos esta ofrenda cantando todos con alegría.
Monición de Comunión
«Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo» nos ha dicho el Evangelio de hoy. Acerquémonos a recibir a Cristo vivo en la comunión. Cantemos.
Monición Final
Sabiendo que el Espíritu Santo está siempre con nosotros, porque Dios no nos ha dejado huérfanos, vayamos con esa confianza a nuestros hogares a dar testimonio de nuestra esperanza.
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