EVANGELIO
SANTO EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (16, 13-20)
En aquel tiempo, cuando llegó
Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos:
“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos
dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno
de los profetas”. Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo”. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto
no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo
te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los
poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del
Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y
todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Y les ordenó a sus
discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor.
R. Gloria a
Ti Señor Jesús.
HOMILIA
Benedicto XVI,
Papa
Ángelus(24-08-2008):
Nuestra respuesta a Cristo
Castelgandolfo
Sunday 24 de
August de 2008
La liturgia de este domingo nos dirige a los cristianos,
pero al mismo tiempo a todo hombre y a toda mujer, la doble pregunta que Jesús
planteó un día a sus discípulos. Primero les interrogó diciendo: "¿Quién
dice la gente que es el Hijo del hombre?". Ellos le respondieron que para
algunos del pueblo él era Juan el Bautista resucitado; para otros, Elías,
Jeremías o alguno de los profetas. Entonces el Señor interpeló directamente a
los Doce: "¿Y vosotros quién decís que soy yo?". En nombre de todos,
con impulso y decisión, fue Pedro quien tomó la palabra: "Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios vivo". Solemne profesión de fe, que desde
entonces la Iglesia sigue repitiendo.
También nosotros queremos proclamar esto hoy con íntima
convicción: ¡Sí, Jesús, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! Lo hacemos
con la conciencia de que Cristo es el verdadero "tesoro" por el que
vale la pena sacrificarlo todo; él es el amigo que nunca nos abandona, porque
conoce las expectativas más íntimas de nuestro corazón. Jesús es el "Hijo
del Dios vivo", el Mesías prometido, que vino a la tierra para ofrecer a
la humanidad la salvación y para colmar la sed de vida y de amor que siente
todo ser humano. ¡Cuán beneficioso sería para la humanidad si acogiera este
anuncio que conlleva la alegría y la paz!
"Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo". A
esta inspirada profesión de fe por parte de Pedro, Jesús replica: "Tú eres
Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los
cielos". Es la primera vez que Jesús habla de la Iglesia, cuya misión es
el cumplimiento del plan grandioso de Dios de reunir en Cristo a toda la
humanidad en una única familia.
La misión de Pedro y de sus sucesores consiste
precisamente en servir a esta unidad de la única Iglesia de Dios formada por
judíos y paganos de todos los pueblos; su ministerio indispensable es hacer que
no se identifique nunca con una sola nación, con una sola cultura, sino que sea
la Iglesia de todos los pueblos, para hacer presente entre los hombres,
marcados por numerosas divisiones y contrastes, la paz de Dios y la fuerza
renovadora de su amor. Por tanto, la misión particular del Papa, Obispo de Roma
y Sucesor de Pedro, consiste en servir a la unidad interior que proviene de la
paz de Dios, la unidad de cuantos en Jesucristo se han convertido en hermanos y
hermanas.
Ante la enorme responsabilidad de esta tarea, siento cada
vez más el compromiso y la importancia del servicio a la Iglesia y al mundo que
el Señor me ha confiado. Por eso, os pido, queridos hermanos y hermanas, que me
sostengáis con vuestra oración para que, fieles a Cristo, podamos anunciar y testimoniar
juntos su presencia en nuestro tiempo. Que nos obtenga esta gracia María, a la
que invocamos confiados como Madre de la Iglesia y Estrella de la
evangelización.
Homilía(21-08-2011):
¿Cuál es tu modo de conocer a Cristo?
Santa Misa durante
la XXVI Jornada Mundial de la Juventud.
Aeropuerto Cuatro
Vientos de Madrid
Sunday 21 de
August de 2011
Queridos jóvenes:
He pensado mucho en vosotros en estas horas que no nos
hemos visto. Espero que hayáis podido dormir un poco, a pesar de las
inclemencias del tiempo. Seguro que en esta madrugada habréis levantado los
ojos al cielo más de una vez, y no sólo los ojos, también el corazón, y esto os
habrá permitido rezar. Dios saca bienes de todo. Con esta confianza, y sabiendo
que el Señor nunca nos abandona, comenzamos nuestra celebración eucarística
llenos de entusiasmo y firmes en la fe.
Con la celebración de la Eucaristía llegamos al momento
culminante de esta Jornada Mundial de la Juventud. Al veros aquí, venidos en
gran número de todas partes, mi corazón se llena de gozo pensando en el afecto
especial con el que Jesús os mira. Sí, el Señor os quiere y os llama amigos
suyos (cf. Jn 15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en
vuestro camino, para abriros las puertas de una vida plena, y haceros
partícipes de su relación íntima con el Padre. Nosotros, por nuestra parte,
conscientes de la grandeza de su amor, deseamos corresponder con toda
generosidad a esta muestra de predilección con el propósito de compartir
también con los demás la alegría que hemos recibido. Ciertamente, son muchos en
la actualidad los que se sienten atraídos por la figura de Cristo y desean
conocerlo mejor. Perciben que Él es la respuesta a muchas de sus inquietudes
personales. Pero, ¿quién es Él realmente? ¿Cómo es posible que alguien que ha
vivido sobre la tierra hace tantos años tenga algo que ver conmigo hoy?
En el evangelio que hemos escuchado (cf. Mt 16, 13-20),
vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero
consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente.
A la pregunta de Jesús: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?», los
discípulos responden: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que
Jeremías o uno de los profetas». Es decir, se considera a Cristo como un
personaje religioso más de los ya conocidos. Después, dirigiéndose
personalmente a los discípulos, Jesús les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo?». Pedro responde con lo que es la primera confesión de fe: «Tú eres
el Mesías, el Hijo del Dios vivo». La fe va más allá de los simples datos
empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de
Cristo en su profundidad.
Pero la fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón,
sino que es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no
te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los
cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad
y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo
alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación
personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad
y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta
de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a
los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento
de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al
Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura,
a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con
Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino,
hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe
plena.
Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros
con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón
joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que
has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu
palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus
manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me
abandone.
En su respuesta a la confesión de Pedro, Jesús habla de
la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia». ¿Qué significa esto? Jesús construye la Iglesia sobre la
roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no
es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está
estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su»
Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar
la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del
Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.
Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro,
os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a
poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme
también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la
comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a
la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad
individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar
nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.
Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu
fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que
améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor
a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento
de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de
vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como
la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del
sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de
Dios.
De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que
lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí
donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a
conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos.
Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio
de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí,
jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la
fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad
el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la
extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras
y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y,
vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se
dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.
Queridos jóvenes, rezo por vosotros con todo el afecto de
mi corazón. Os encomiendo a la Virgen María, para que ella os acompañe siempre
con su intercesión maternal y os enseñe la fidelidad a la Palabra de Dios. Os
pido también que recéis por el Papa, para que, como Sucesor de Pedro, pueda
seguir confirmando a sus hermanos en la fe. Que todos en la Iglesia, pastores y
fieles, nos acerquemos cada día más al Señor, para que crezcamos en santidad de
vida y demos así un testimonio eficaz de que Jesucristo es verdaderamente el
Hijo de Dios, el Salvador de todos los hombres y la fuente viva de su
esperanza. Amén.
Julio Alonso
Ampuero
Meditaciones
Bíblicas sobre el Año Litúrgico
Fundación Gratis
Date, Pamplona, 2004
El regalo más
grande
Mt 16,13-20
El evangelio de hoy tiene que hacernos experimentar la
maravilla de la fe. Con frecuencia, estamos demasiado «acostumbrados» a creer;
hemos nacido en una familia cristiana y nos parece lo más natural del mundo.
Sin embargo, hemos de admirarnos del regalo de la fe, de que también nosotros
podamos decir a Jesús: «Tú eres el Hijo de Dios», pues eso no nos viene de la
carne ni de la sangre, sino que nos ha sido revelado por el Padre que está en
los cielos. La fe es el regalo más grande que hemos recibido; más grande
incluso que la vida, pues la vida sin fe sería absurda y vacía.
Por ello hemos de agradecer al Señor el don de la fe y
hemos de sentirnos felices de creer. ¿Siento la dicha de ser creyente,
cristiano, católico? ¿O vivo mi fe como un peso, una rutina, una costumbre? ¿Me
preocupo de cultivar mi fe y hacerla crecer, de formarme bien como cristiano?
Lo mismo que la gente se equivocaba al decir quién era Jesús, también en
nuestra mente hay errores, opiniones o ideas equivocadas. ¿Procuro irlas
desechando? Y la alegría de creer ¿me lleva a dar testimonio ante los demás, a
manifestarme como creyente? ¿ O en cambio me avergüenzo de Cristo?
Pedro sigue estando presente hoy en el Papa, que ha
recibido la autoridad de Cristo para atar o desatar. Debe escucharle como padre
y pastor, seguir sus enseñanzas. ¿Me apoyo en la firmeza de la roca de Pedro?
¿Estoy contento de ser hijo de la Iglesia?
Manuel Garrido
Bonaño
Año Litúrgico
Patrístico
Semana XIX-XXVI
del Tiempo Ordinario. , Vol. 6, Fundación Gratis Date, Pamplona, 2001
Cristo otorga las llaves del Reino de los cielos a Pedro
después de su profesión de fe. Alude a este poder de las llaves en el Antiguo
Testamento la primera lectura. San Pablo corona sus reflexiones sobre el
destino de Israel con un himno a la infinita sabiduría de Dios.
El Concilio Vaticano II dijo que toda la Iglesia es como
un sacramento visible de unidad y de salvación (LG 1). Por ello ha sido providencial
la figura de Pedro, como signo vivo y permanente que garantiza la unidad
visible de las comunidades eclesiales. Sin Cristo no existiría la Iglesia, pero
ésta tiene que ser como la quiso Cristo, no como la quieran los hombres. En el
querer de Cristo está la figura de su Vicario visible: el Papa. Donde está
Pedro allí esta la Iglesia. Donde están Pedro y la Iglesia, allí está también
la plenitud operante del Misterio de Cristo entre los hombres.
–Isaías 22,19-23:
Colgaré de su hombro la llave del palacio de David. En el ambiente del Antiguo
Testamento el signo de los poderes y de la responsabilidad sobre la suerte del
pueblo era la imposición de las llaves sobre los hombros de los elegidos.
La función de las llaves es el poder de abrir y cerrar la
casa del rey, soberano absoluto, y corresponde al primer ministro o visir. Es
como el plenipotenciario del rey, el que hace sus veces. Ésta será en el Nuevo
Testamento la función de Pedro en la Iglesia, reino de Dios. En las antífonas
«O», antes de Navidad se dice el 20 de diciembre: «Oh llave de David y cetro de
la Casa de Israel». Es el poder que Cristo confió en primer lugar a Pedro y a
sus sucesores, luego a los demás apóstoles. Estos la otorgan a los obispos y
sacerdotes para perdonar los pecados en el sacramento de la penitencia. Es la
gran misericordia del Señor para con el hombre pecador.
–Por esto cantamos
en el Salmo 137: «Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de
tus manos. Damos gracias al Señor por ello con todo nuestro corazón, lo
alabamos, lo veneramos, le damos gracias. Él nos escucha cuando lo invocamos...
se fija en el humilde y de lejos conoce al soberbio». Cristo que, siendo rico
se hizo pobre, anima a su Iglesia en medio de las pruebas, para que nunca
desfallezca, sino que tenga siempre sus ojos puestos en su gran misericordia.
–Romanos 11,33-36:
Cristo es origen, guía y meta del universo. San Pablo, al término de su
reflexión sobre el misterio de Israel y sobre el papel de la ley de la
salvación, ve caer por el suelo los esquemas en que él creyó y, como iluminado
por la luz de Cristo, prorrumpió en este grito que exalta la sabiduría y la
libertad divina en la disposición de la historia salvífica de la humanidad.
«¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento el de Dios!». Dice
San Jerónimo:
«Cuando el pueblo sea llevado al cautiverio, porque no
tuvo ciencia, y perezca de hambre y arda de sed, y el infierno agrande su alma;
y bajen los fuertes y los altos y gloriosos a lo profundo, y sea humillado el
hombre, y haya recibido conforme a sus méritos, entonces el Señor será exaltado
en el juicio, que antes parecía injusto; y Dios será santificado por todos en
la justicia... Por lo cual debemos cuidar no adelantarnos al juicio de Dios,
cuyos juicios son grandes e inenarrables, y del cual dice el Apóstol:
«Inescrutables son tus juicios e imposibles de conocer sus caminos» (Rom
11,35). Hasta que Él ilumine las cosas ocultas en las tinieblas y abra los
pensamientos de los corazones» (Comentario sobre el profeta Isaías 4,3).
–Mateo 16,13-20: Tú eres Pedro y te daré las llaves del
Reino de los cielos». La promesa del Primado constituye, además de un
acontecimiento histórico evangélico, un designio eclesiológico en la intención
de Cristo. Pedro es la realidad básica y permanente de la Iglesia, que perdura
por iniciativa y garantía de Dios, llámese como se llame. San Hilario de
Poitiers escribe:
«La confesión de Pedro obtiene plenamente la recompensa
merecida, por haber visto en el hombre al Hijo de Dios (Mt 16,13-19). Es
dichoso, es alabado por haber penetrado más allá de la mirada humana viendo lo
que venía no de la carne, ni de la sangre, sino contemplando al Hijo de Dios
revelado por el Padre celestial. Y es juzgado digno de reconocer el primero
aquello que en Cristo es de Dios.
«¡Oh feliz fundamento de la
Iglesia, proclamado con su nuevo nombre; piedra digna de ser edificada, porque
quebranta las leyes del infierno, las puertas del Tártaro y todas las prisiones
de la muerte! ¡Oh dichoso custodio del cielo, a cuyo juicio son entregadas las
llaves del acceso a la eternidad; cuyas decisiones, anticipadas en la tierra,
son confirmadas en el cielo! En su virtud, aquello que ha sido atado o suelto
en la tierra, recibirá en el cielo la condición de una decisión idéntica»
(Comentario al Evangelio de San Mateo 16,7).
LECTIO DIVINA
ORACION AL ESPIRITU SANTO
Señor, Tú que preguntaste qué pensaba la gente
de ti, y le preguntas a tus discípulos quién eres, te Pedimos que nos envíes tu
Espíritu para que nos haga entender tu Palabra y podamos decir que tú Eres el
Hijo de Dios vivo, y que nos invitas a participar de tu Reino. Todo esto te lo
pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
LECTURA DEL TEXTO BIBLICO (Mt
16,13-20)
¿Qué dice el texto?
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la
región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice
la gente que es el Hijo del hombre?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que
eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los
profetas”.
Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen
que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios vivo”. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan,
porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los
cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las
llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en
el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Y
les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era el Mesías.
Palabra del Señor.
Pistas de reflexión
Contexto bíblico
La región en que tiene lugar la escena se
encuentra al noreste de Galilea de los paganos. Sin ser totalmente una tierra
extranjera, la región participa mucho de esta condición. Si a esto se añade el
contexto precedente que habla de la prevención contra la enseñanza
específicamente religiosa judía, tendremos que concluir que san Mateo está
presentando y escribiendo en clave y perspectiva de una nueva realidad
religiosa. Esta nueva realidad va a recibir en este texto el nombre de Iglesia
de Jesús (v.18). Es la primera vez que el término Iglesia (Gr. ἐκκλησία, ecclesia) aparece en el Evangelio de Mateo para designar la comunidad
de discípulos de Jesús, es decir, la comunidad de creyentes en él.
Este texto tiene dos núcleos. El primero es el
atrevido anuncio de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo” (v. 16).
El segundo es la bendición y legitimación de Pedro. El texto nos pone en
presencia de una doble identificación: por una parte, Jesús pregunta cómo le
identifica la gente; por otra, Pedro es identificado por Jesús tras la
confesión de fe de él. Además, si tenemos en cuenta el género literario de este
pasaje típicamente semítico, resulta evidente que es Jesús quien dio a Simón el
nombre de Pedro, con todo el simbolismo que dicho nombre comporta.
Texto bíblico
A) ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?
Cesara de Filipo, cerca del monte Hermón a unos
treinta kilómetros del Mar de Galilea, está en la frontera con el mundo pagano,
y es la principal ciudad pagana. En tiempos pasados, la ciudad fue conocida por
el culto a Baal y Pan que allí se efectuaba. En el tiempo de Jesús, había un
templo dedicado al César. Parece ser que Jesús va ahí para escapar de las
multitudes de Galilea y poder preparar a sus discípulos para la jornada hacia
Jerusalén, que comienza en Mateo 19, 1; una jornada que terminará con su muerte
y resurrección.
Jesús escoge este lugar pagano para revelarse
más completamente a sus discípulos, tal vez dándonos una pista de su
preocupación por todo el mundo que después hará explícito en la Gran Misión
(28, 19-20). Más que decirles a los discípulos su identidad, les pide que le
digan quién cree la gente que sea el Hijo del Hombre. Los discípulos le dicen a
Jesús que la gente piensa que él es: Juan el Bautista; el profeta Elías, que se
esperaba que reaparecería “antes que venga el día del Señor, grande y terrible”
(Mal 4:5); el profeta Jeremías, que experimentó un gran rechazo y que lloró
sobre la ciudad de Jerusalén. Alguno de los profetas. Es claro que la gente
pensaba bien sobre Jesús y lo había considerado como profeta. Sí, Jesús es un
profeta, pero es más que un profeta.
La respuesta que dan los apóstoles son una
serie de piropos para cualquier israelita. Pero quien no tiene una experiencia
personal de encuentro con Dios sólo ve y aprecia en Jesús el fenómeno, lo que
aparece, un líder social, político, liberador, y es lógico: el ignorante, el
que no conoce, ve simplemente lo que hay delante. El instruido, el que conoce,
percibe más allá de lo que se ve.
B) Y ustedes, ¿quién dicen que
soy?
La pregunta real es lo que los discípulos
piensan sobre Jesús. Cuando les dice “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”, el
ustedes es tanto enfático como plural: se dirige a todos los discípulos más que
solamente a Pedro. El pueblo es libre de creer cualquier cosa que quieran
respecto a Jesús, pero Jesús ha estado preparando cuidadosamente a estos discípulos
para continuar con su obra. Han escuchado sus enseñanzas y han sido testigos de
sus milagros. Lo que piensan sobre él es crítico. Lo que nosotros contestamos
también es crucial. A estas alturas la incertidumbre es igual a la falta de fe.
Ser cristiano significa creer que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo.
San Pedro sirve como el vocero del grupo. “Tú
eres el Cristo” (Gr. Χριστός, Christós). La palabra Mesías (מָשִׁיחַ, Māšîaḥ) y la palabra Cristo son la misma; una es hebreo y la otra en griego para
designar al Ungido. Los reyes fueron separados para este cargo al ungirlos, tal
y como hasta ahora. El Mesías, el Cristo, el Ungido es el Rey Divino de Dios.
San Pedro también dice que Jesús es “el Hijo
del Dios vivo”. Jesús no solamente es el juez del futuro (el Hijo del Hombre),
ni tampoco solamente el por tanto tiempo esperado Mesías del pasado (el
Cristo); él es, como el Verdadero Hijo de Dios, la persona más importante en el
presente. “El Dios vivo” contrasta dramáticamente con los ídolos sin vida de un
lugar como Cesarea de Filipo.
Pero, además, cada uno de nosotros vamos
revistiendo a Jesús de lo que nosotros somos. Y proyectamos en él nuestros
deseos, aspiraciones, intereses y limitaciones. Pero Jesús sigue vivo. Al
reconocerlo como el Hijo de Dios vivo tiene que culminar en nuestro trato
positivo y bueno hacia a nuestros hermanos, demostrar realmente porque nos
llamamos cristianos.
C) Dichoso, Tú Simón, hijo de
Juan
Pedro ha identificado a Jesús como el Hijo del
Dios vivo. Ahora Jesús responde reconociendo a Simón como el hijo de Juan (Ar.
Simón bar Ioná, Simón, hijo de Jonás) al mismo tiempo que le da su bendición.
En el Evangelio de Juan, el padre de Pedro es identificado como Juan y no como
Jonás (Jn 1, 42; 21, 15). Notemos que Jesús lo llama Simón, el nombre por el
que su Padre lo reconocería, más que con el nuevo nombre que Jesús está por
darle.
“Porque no te lo ha revelado ningún hombre,
sino mi Padre que está en los cielos.” Pedro no llegó a su discernimiento por
una astucia espiritual. Dios le ha dado este entendimiento sobre Jesús. Este
discernimiento de Pedro llega por revelación, por deducción. Esto también es
para nosotros. No tenemos ninguna razón para ser orgullosos si sucede que
estamos más despiertos espiritualmente que otros. Nuestra fe, igual que la de
Pedro, es un don de Dios. Solamente desde el encuentro con Dios el hombre puede
conocer el (Gr. Νοούμενoν, noumenon), la esencia, la realidad profunda de Jesús y llegar a la adhesión personal que es la fe. No podemos amar lo que
no conocemos.
D) Sobre esta Piedra edificaré mi
Iglesia
La gente estaba acostumbrada a pensar en Dios
como una roca (Gn. 49, 24; Dt. 32; Salmos 18, 28, 31, 42, 62, 71, 78, 89).
Isaías también se refiere a Abraham y Sara como una roca: “Miren a la piedra de
donde fueron cortados, y a la caverna de la fosa de donde fueron arrancados.
Dadas estas asociaciones con la palabra, Jesús le hace un gran honor a Pedro
cuando lo identifica con una Roca. Al mismo tiempo pone sobre él una gran carga
de responsabilidad. Por la palabra roca el Salvador no podía haberse referido a
sí mismo, sino solo a Pedro, ya que es más evidente en arameo, donde la misma
palabra (kephá, כיפא) es usada para Pedro como roca. Su declaración admite entonces una
explicación, a saber, que Él desea hacer de Pedro la cabeza de toda la
comunidad de aquellos que creían en Él como el verdadero Mesías; que a través
de este fundamento (el de Pedro), el Reino de Cristo sería inconquistable; que
la guía espiritual de la fe estuviera establecida en las manos de Pedro, como
el representante de Cristo.
Primeramente, cuando miramos el griego de
Mateo 16:18, “Tú eres Pedro (Gr. Πέτρος, pétros), y sobre esta roca (πέτρα, pétra) edificaré mi Iglesia”. En el griego, los sustantivos tienen géneros (masculino y femenino). El
primero es masculino, el segundo es femenino. De igual manera, la palabra
“pétros” es masculina y “pétra”, es femenina. El nombre de Pedro se refiere en
forma correcta a “pétros”. Pero Jesús dijo que la roca en la cual Él (Cristo),
edificaría Su iglesia no se encuentra en el masculino de “pétros”, sino en el
femenino de “pétra” Jesús no estaba diciendo que edificaría su Iglesia sobre un
hombre, en este caso, Pedro; sino que lo haría sobre algo más. ¿A qué se
refiere entonces el sustantivo femenino “pétra”?
Encontramos que se refiere a una gran masa
inamovible de roca en la que una tumba es excavada (Mateo 27:60) y se usa, con
referencia a Cristo: 1 Cor 10, 4 y 1 Pe 2, 8. Note que el mismo Pedro en su
epístola y en este último versículo se refiere a Jesús como “pétra”, y no como
a Él mismo. Si Pedro usa la palabra con referencia a Jesús y no a él mismo, ¿no
deberíamos hacerlo nosotros también? Una piedra es movible, variable e
inestable. Por lo tanto sigue la tradición de generación en generación y sigue
estando Jesús presente en su Iglesia. Y dará tal estabilidad y seguridad a la
comunidad, que, superando problemas y dificultades, garantiza la pervivencia
de la comunidad, que ha de seguir adelante hasta que se logre plenamente el
proyecto de Jesús.
E)
Te daré las llaves del Reino de los cielos
Esta frase tiene su raíz en Is, 22, 22, “Y
pondré la llave de la casa de David sobre su Hombro (de Eliaquim); y abrirá, y
nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá.” Así Eliaquim se convierte en el
mayordomo de la casa, responsable de abrir la casa en la mañana, cerrarla por
la noche y controlar el acceso a la presencia real. Atar y desatar también
tienen que ver con reglas respecto a la doctrina y conducta ética. En el
lenguaje rabínico atar y desatar es declarar ciertas acciones prohibidas o
permitidas. Después la tradición cristiana extenderá este principio para
incluir el poder de perdonar o retener ciertos pecados (18, 18); Jn 20, 23).
Y ahora Cristo hace partícipe a un hombre, a
Pedro, sobre el que se edifica su Iglesia, de este poder de las llaves que
llega hasta el más allá: lo que él ate o desate en la tierra, quedará atado o
desatado en el cielo. Adviértase que tanto en la Antigua Alianza como en los
casos de Jesús y de Pedro es siempre una persona muy concreta la que recibe
estas llaves. En la Iglesia fundada por Cristo es siempre una persona muy
determinada la que tiene la llave.
F) Ordenó a sus discípulos que no
se lo dijeran a nadie
Jesús todavía no está listo para que sus
discípulos le digan al mundo su secreto. El mundo no está listo todavía para
escuchar el secreto, y los discípulos todavía no están listos para revelar el
secreto correctamente. Jesús no permite a los discípulos que revelen su
identidad como Mesías hasta que ellos entiendan lo que esto involucra. No lo
entenderán realmente hasta que vean al Cristo resucitado. Eso sucederá bastante
pronto. Jesús comenzará su jornada hacia Jerusalén y la cruz el 19, 1.
Recomienda que filtren por su cabeza aquello
que nace del corazón, que no sean impetuosos. Toda verdad, como toda
confidencia, si no es liberadora y puede ser rectamente entendida no se debe
decir. Hay que esperar el momento oportuno y buscar la manera adecuada.
Preguntas para la lectura
¿A dónde llegó Jesús?
¿Qué les pregunta a sus discípulos?
¿Y Para ustedes quién Soy?
¿Qué le contesta Pedro?
¿Qué le dijo Jesús a Pedro?
¿Qué les ordena a sus discípulos?
MEDITACIÓN
¿Qué me/nos dice la Palabra de Dios?
¿Qué le respondo a Jesús cuando a mí me dirige
esa pregunta esencial?: tú, ¿quién dices que soy yo? Esta pregunta de Jesús
cuestiona toda mi vida: pensamientos, sentimientos, valores, planes, ideales,
ocupaciones, actuaciones, conducta, familia, comunidad cristiana. ¿A qué Jesús
estamos mostrando al mundo? ¿Será que soy capaz de mirar al Papa como piedra y
sucesor de Pedro, o lo critico o pido por él?
ORACIÓN
¿Qué le respondo al Señor, que le respondemos al Señor?
Gracias, Señor, porque nos invitas a mirarte
tal cual eres y porque te has revelado como el Hijo de Dios vivo, que viene a
salvarnos; por todas las gracias que nos regalas por medio de tu Iglesia y sus
pastores como sucesores de los Apóstoles. Por eso te damos gracias Señor.
Gracias Señor, gracias Señor.
Te pedimos perdón por las veces que no hemos
confiado en tu misericordia y por las veces que hemos criticado a nuestros
pastores en lugar de hacer oración y pedir por ellos, y cuando nos convertimos
en jueces de nuestros hermanos. Por eso te pedimos perdón. Perdón Señor, perdón
Señor.
CREDO (Profesión de Fe)
CREDO DE LOS APÓSTOLES
Creo en
Dios, Padre Todopoderoso,
Creador
del cielo y de la tierra.
Creo en
Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue
concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de
Santa María Virgen,
padeció
bajo el poder de Poncio Pilato
fue
crucificado, muerto y sepultado,
descendió
a los infiernos,
al tercer
día resucitó de entre los muertos,
subió a
los cielos
y está
sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí
ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el
Espíritu Santo,
la santa
Iglesia católica,
la
comunión de los santos,
el perdón
de los pecados,
la
resurrección de la carne
y la vida
eterna.
Amén.
ORACION UNIVERSAL
ORACIÓN DE LOS FIELES.
Celebrante: Hermanos, la misericordia de Dios es eterna; por eso
supliquémosle con confianza diciendo:
R. Padre,
escúchanos.
ORACIÓN DE LOS FIELES. (Monitor)
Para que la Iglesia viva en constante acción de gracias a Dios por sus
múltiples dones. Oremos al Señor.
Para que el Papa y nuestro obispo ejerzan su ministerio con los mismos
sentimientos de Cristo. Oremos al Señor.
Para que la fe de los cristianos se traduzca en obras en favor de los más
pobres y necesitados. Oremos al Señor.
Para que los que viven encarcelados sean tratados con respeto y conforme
a su dignidad de personas. Oremos al Señor.
Para que los que son perseguidos por defender la verdad, los exiliados y
los inmigrantes, puedan disfrutar de la libertad y la justicia. Oremos al
Señor.
Para que al proclamar que Jesús es el Hijo de Dios nos comprometamos a
vivir como Él vivió. Oremos al Señor.
ORACIÓN.
Celebrante: Padre,
escucha las súplicas de tus hijos y danos tu salvación.
Por
Jesucristo nuestro Señor. R. Amén
LITURGIA EUCARÍSTICA
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Celebrante: Señor, que con un mismo y único sacrificio
adquiriste para ti un pueblo de adopción, concede, propicio, a tu Iglesia, los
dones de la unidad y de la paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén
MONICIÓN DE OFRENDAS (Monitor)
De
la fecundidad del campo y por el trabajo del hombre, se ha sacado el pan y el
vino que hoy llevamos al altar. Con esas ofrendas presentamos al Señor nuestra
gratitud por los frutos de la tierra. Cantemos todos.
Ofrenda Sagrada: recibe señor mi ofrenda junto al pan y al
vino Reconozco que todo lo que tengo y
todo lo que soy tú me lo has dado y es mi agradecimiento porque eres mi señor a
quien ofrezco el fruto de mi trabajo para las necesidades sostenimiento y
engrandecimiento de nuestra iglesia amén.
CANTO DE OFERTORIO
C
Te ofrecemos, Señor,
F C
este Pan y este Vino;
A7 Dm
que en tu Cuerpo y tu Sangre,
G C
quedarán convertidos.
C
1. Con el vino y el pan,
F C G C
te ofrecemos el fruto de nuestro trabajo;
Em
la ilusión de vivir,
F C D7 G
el placer y el dolor, la alegría y el llanto.
C
2. Juntamente, Señor,
F C G C
te ofrecemos la vida que Tú nos has dado;
Em A Dm
la esperanza, la fe y el amor,
D7 G
que nos hace sentirnos hermanos.
PRESENTACIÓN
DE LAS OFRENDAS
Celebrante: Bendito
seas señor, Dios del universo por este pan y este vino fruto de la tierra y del
trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él
será para nosotros bebida de Salvación.
Invitación a orar
Celebrante: Orad,
hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre
todopoderoso.
R. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para
alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien
y el de toda su santa Iglesia.
PLEGARIA EUCARISTICA
Celebrante:
El
Señor esté con ustedes.
R. Y con tu
espíritu.
Celebrante:
Levantemos
el corazón.
R. Lo tenemos
levantado hacia el Señor.
Celebrante:
Demos
gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y
necesario.
PREFACIO DOMINICAL I
EL MISTERIO PASCUAL Y EL PUEBLO DE DIOS
Celebrante:
En verdad es justo y necesario, es nuestro
deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien, por su Misterio
Pascual, realizó la obra maravillosa de llamarnos de la esclavitud del pecado y
de la muerte al honor de ser estirpe elegida, sacerdocio real, nación
consagrada, pueblo de tu propiedad, para que, trasladados por ti de las
tinieblas a tu luz admirable, proclamemos ante el mundo tus maravillas.
Aclamación:
Por eso, con los ángeles y los
arcángeles, con los tronos y dominaciones y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
CANTO DE SANTO
SANTO
LUNA
Bm Em A
D
Santo,
Santo,
G Em F#m Bm
Santo es el Señor Dios del universo
Bm Em A D
llenos están los cielos
y la tierra
G Em
F#m Bm
de su Gloria ¡Hosanna!
Bm Em A
D G Em
F#m Bm
Hosanna Hosanna
Hosanna en el cielo (2)
Bm Em
Bendito es el que viene
A D
en Nombre del Señor,
G Em F#m
Bm
Hosanna en el cielo,
Hosanna
CONSAGRACIÓN
Prefacio
Celebrante:
Santo
eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad;
TRANSUBSTANCIACIÓN
1ª
Epíclesis o invocación al Espíritu Santo. Por eso te
pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera
que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor.
Relato
de la institución de la Eucaristía. El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente
aceptada, tomó pan; dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos
diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE EL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR NOSOTROS.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y BEBED TODOS DE EL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA POR NOSOTROS
Y POR TODOS LOS HOMBRES
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
Aclamación
Éste es el Sacramento de nuestra fe:
R. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección. !Ven, Señor Jesús!
Anámnesis
Memorial y ofrenda
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y
resurrección de tu Hijo,
Oblación te ofrecemos el
pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos
de servirte en tu presencia.
2ª
Epíclesis o invocación al Espíritu Santo
Te pedimos, humildemente, que el Espíritu Santo congregue en la unidad a
cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Intercesión
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; y con el
Papa ... , con nuestro Obispo ... y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de
la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar
la luz de tu rostro.
Conmemoración
de los Santos Ten misericordia
de todos nosotros, y así, con María, la Virgen, Madre de Dios, los apóstoles y
cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo
Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.
Aclamación
Doxología
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad
del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R. Amén.
RITO DE LA COMUNIÓN
PADRE
NUESTRO (Oración)
Celebrante: Fieles a la
recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
PADRE NUESTRO
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Celebrante: Líbranos de
todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que,
ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de
toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador
Jesucristo.
R. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por
siempre, Señor.
RITO DE PAZ
Celebrante: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
"La paz os dejo, mi paz os doy"; no tengas en cuenta nuestros
pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Celebrante: La paz del Señor esté siempre con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
Celebrante: Como hijos de Dios, intercambien ahora un signo de
comunión fraterna.
FRACCION DEL PAN
CANTO
DE CORDERO DE DIOS
CORDERO (Balada)
Em Am
Cordero de Dios que quitas
C D Em
el pecado del mundo
Am D G Em
ten piedad de nosotros
Am B7 Em
ten piedad de nosotros ( 2)
Em Am
Cordero de Dios que quitas
C D Em
el pecado del mundo
C E7
Am D D7 G
Danos la paz, danos la paz
Am D G Em Am B7
E E7
Danos,
danos, danos la paz
Am D G Em
Am B7 Em
Danos,
danos, danos la paz
Celebrante:
Éste
es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra
tuya bastará para sanarme.
Celebrante:
El
Cuerpo de Cristo que me guarde para la vida eterna.
R. Amén.
COMUNION
MONICIÓN DE
COMUNION (Monitor)
Para los hermanos que van a
recibir la sagrada comunión es importante que antes de comulgar mediten en lo
siguiente Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave no comulgue el cuerpo del
señor sin acudir antes a la confesión sacramental Quien vaya a recibir la sagrada comunión
debe abstenerse de tomar cualquier alimento al menos una hora antes a excepción del agua y de
las medicinas.
¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios!,
ha expresado San pablo hoy. Por esa generosidad misteriosa, Dios se nos entrega
en la Santa Comunión. Acerquémonos con fe y devoción a recibirle.
ANTÍFONA DE COMUNION (Monitor)
La tierra está llena, Señor,
de dones tuyos: el pan que sale de la tierra y el vino que alegra el corazón
del hombre.
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