lunes, 21 de agosto de 2023

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario 17 de Septiembre 2023

 XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
"Ten paciencia conmigo"
MISAL DOMINGO 17 DE SEPTIEMBRE 2023

RITOS INICIALES

MONICIÓN DE ENTRADA (Monitor)

En el vigésimo cuarto domingo del Tiempo Ordinario, les damos una fraternal bienvenida a la casa de Dios para celebrar juntos este banquete del amor, que hoy nos lleva a dar un salto muy grande en nuestra vida comunitaria.

La liturgia nos lleva a dar un paso más en la misma dirección del domingo pasado: no solo hay que saber corregir al hermano que falla, también debemos saber perdonar, así como nosotros pedimos perdón también a Dios.


La liturgia de la palabra fomentará en nosotros la actitud necesaria de perdón y reconciliación para poder celebrar con sinceridad la eucaristía. 

ANTÍFONA DE ENTRADA  Sal. 118, 137.124 (Monitor)

Concede, Señor, la paz a los que esperan en ti, y cumple así las palabras de tus profetas; escucha las plegarias de tu siervo, y de tu pueblo Israel.

Llenos de ese amor misericordioso de un Dios clemente y compasivo, que siempre está dispuesto a perdonar nuestras ofensas, comencemos esta santa Misa, de pie y cantando juntos…

CANTO DE ENTRADA

 
JUNTOS CANTANDO LA ALEGRÍA

 
G        
Juntos cantando la alegría
     C                         G              D
de vernos unidos en la fe y el amor,
G                                             G7
juntos sintiendo en nuestras vidas
C                D7               G
la alegre presencia del Señor.

Gm                           Em                   G
Somos la Iglesia peregrina que Él fundó,
          C                                         G
somos un pueblo que camina sin cesar.
                
    Em                                   G
Entre cansancios y esperanzas hacia Dios,
          C              D               G
nuestro amigo Jesús nos llevará.

Gm                           Em                   G
Hay una fe que nos alumbra con su luz,
          C                                         G
una esperanza que empapó nuestro esperar.
                    Em                                   G
Aunque la noche nos envuelva en su inquietud,
          C              D               G
nuestro amigo Jesús nos guiará 

SALUDO

Celebrante: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.

R.  Y con tu Espíritu.


ACTO PENITENCIAL

Celebrante: Hermanos: para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor. 

Celebrante: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.  R. Amén.

CANTO DE TEN PIEDAD


Em      E7       Am
Señor ten piedad 
      D7                G
Seeñor ten piedad
    Em             Am
Señor ten piedad
          B7               Em
De nosotros ten piedad

Em         E7       Am
Cristo ten piedad 
         D7               G
Criisto ten piedad
      Em               Am
CRISTO ten piedad
          B7               Em
De nosotros ten piedad

Em      E7       Am
Señor ten piedad 
      D7                G
Seeñor ten piedad
    Em             Am
Señor ten piedad
          B7               Em
De nosotros ten piedad 
 
 
CANTO DE GLORIA

GLORIA Mejía 

 
Em          G           B7         Em                 
Gloria, gloria a Dios en el cielo 
G          D      C        D         Em        
Y en la tierra a los hombres paz 

G                                  D  
Te alabamos y te bendecimos, 
           C        Am              B7
Te adoramos y  glorificamos
 G                                       D  
y nosotros hoy te damos gracias 
           C       Am              B7
Por tu grande y eterna gloria. 


Em               B7           
Señor Dios nuestro 
Em
Padre, Padre, Padre      
    Am         Em
Señor Dios, Hijo                                                         
  G         D    Em   G    D     Em  
Piedad,  piedad,   piedad    Señor                              

D                             Em
Tu que quitas el pecado del mundo            
G    D   Em     G    D    Em  
Escúchanos, escúchanos                                                
D                            Em
Tu que estas a la derecha del Padre            
G            D Em      G    D   Em  
Piedad, piedad, piedad Señor                        
Em                 G        B7         Em                 
Solo Tu eres Santo, solo Tu Señor, 

G             D         C   D Em        
Solo Tu altísimo Jesucristo
Em                    G                B7  
Con el Santo Espíritu en la gloria 
             Em     
de Dios Padre,
 G         D           C   D  E
Amén, amén, aaaamen.


ORACIÓN COLECTA

Celebrante: Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo. 
R. Amen

LITURGIA DE LA PALABRA 

PRIMERA LECTURA

MONICIÓN PRIMERA LECTURA (Monitor)

Escucharemos una sabia reflexión opuesta a la ley del talión. No se puede pedir a Dios lo que no se ofrece al prójimo. ¡Atentos a esta interesante lección sobre el perdón!

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Eclesiástico (Sirácide) (27, 33—28, 9)

Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados. Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor? El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quien interceda por él? Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos. Ten presentes los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor

SALMO RESPONSORIAL

MONICIÓN SALMO RESPONSORIAL  102  (Monitor) 

En respuesta a la primera lectura, el salmo nos lleva a cantar la bondad y misericordia de nuestro Dios. Nos unimos al salmista contestando:
SALMO RESPONSORIAL 94 

      C                  Am          F                G7   C
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice al Señor, alma mía; que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía y no te olvides de sus beneficios.    R.

El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura. R.

El Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados. R.

Como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama. R.

SEGUNDA LECTURA

MONICIÓN SEGUNDA LECTURA (Monitor)

En el capítulo 14 de la carta a los romanos aborda Pablo un problema específico de la comunidad de Roma: el de las divisiones y tensiones internas.  Es un campo concreto donde tiene lugar la aplicación práctica de la nueva doctrina evangélica del perdón.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (14, 7-9)

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor

MONICIÓN EVANGELIO (Monitor)

De igual forma que el domingo pasado leíamos la propuesta en torno a la corrección fraterna, el evangelio de hoy contiene una magnífica enseñanza sobre el verdadero sentido del perdón.

CANTO DE ALELUYA

CANTO DE ALELUYA

ALELUYA (Busca Primero)

INTRO: D    F#m   G   D     

D    F#m   G   D       G   D          A   A7
Aleluya,   aleluya, aleluya, aleluuuya
D    F#m    G   D      G   D     A   D
Aleluya,   aleluya, aleluya, aleluya

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Monitor)

R. Aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.

R. Aleluya, aleluya.

EVANGELIO

SANTO EVANGELIO

 Lectura del santo Evangelio según san Mateo (18, 21-35)

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Palabra del Señor.
R. Gloria a Ti Señor Jesús. 

  C                G      C          F        C
  Gloria Y Honor A Ti, Señor Jesús

HOMILIA

Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Julio Alonso Ampuero
Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico
Fundación Gratis Date, Pamplona, 2004

Somos del Señor
Rom 14,7-9

«Ninguno de nosotros vive para sí mismo». Uno de los males más tristes de nuestro mundo es esa situación de egocentrismo absoluto en que cada uno sólo vive para sí mismo, sólo piensa en sí mismo, está centrado exclusivamente en sus propios intereses. Frente a esto, san Pablo puede gritar con fuerza que entre nosotros los cristianos «ninguno vive para sí mismo». Puesto a liberarnos, Cristo nos arranca ante todo de la cárcel de nuestro egocentrismo, nos despoja de la esclavitud del culto al propio yo. Debemos preguntarnos: de hecho ¿es así en mi caso?

«Si vivimos, vivimos para el Señor». El egocentrismo sólo se rompe en la medida en que vivimos para Cristo. Si la vida vale la pena vivirse es perteneciendo al Señor. Si no vivimos para nosotros mismos es porque «no nos pertenecemos» (1 Cor 6,19). Pertenecemos a Cristo y esta es nuestra identidad. Pertenecer a Cristo es en realidad la única manera de ser verdaderamente libres.

«Si morimos, morimos para el Señor». Cristo ha venido a «liberar a los que por miedo a la muerte pasaban la vida como esclavos» (Hb 2,15). Para un cristiano la muerte no es motivo de temor. Cristo es también señor de la muerte, que será el último enemigo aniquilado (1 Cor 15,26). Para un cristiano la muerte es un acto de entrega al Señor, el acto de la entrega definitiva y total a Cristo. El cristiano muere para Cristo.

«Somos del Señor». Esta es nuestra certeza, nuestra seguridad, nuestro gozo. Este es nuestro punto de referencia. Pertenecemos a Cristo. Esta es nuestra identidad. El que vive como posesión de Cristo tampoco tiene miedo a los hombres, ni al mundo. La pertenencia a Cristo nos libera del servilismo. Es a Él a quien hemos de dar cuentas de nuestra vida.

Contradicción brutal
Mt 18,21-36

Nuestro Dios es el Dios del perdón y la misericordia. Perdona siempre a aquel que se arrepiente de verdad. Y nosotros, como hijos suyos, nos parecemos a Él. «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». No puede ser de otra manera. Por eso Jesús dice que hemos de perdonar «hasta setenta veces siete», es decir, siempre.

La parábola expresa la contradicción brutal en ese hombre a quien le ha sido perdonada una deuda inmensa, pero que no perdona a su compañero una cantidad insignificante, llegando incluso a meterle en la cárcel. Ahí estamos dibujados todos nosotros cada vez que nos negamos a perdonar. En el fondo, las dificultades para perdonar a los demás vienen de no ser conscientes de lo que se nos ha dado y de lo que se nos ha perdonado. El que sabe que le ha sido perdonada la vida es más propenso a perdonar a los demás.

El perdón de Dios es gratuito: basta que uno se arrepienta de verdad. También el nuestro ha de ser gratuito. Pero prestemos atención a la parábola: ¿con qué derecho puede acercarse a solicitar el perdón de Dios quien no está dispuesto a perdonar a su hermano? El que no quiere perdonar al hermano ha dejado de vivir como hijo; el que no está dispuesto a perdonar al otro está cerrado y es incapaz de recibir el perdón de Dios.

Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
Semana XIX-XXVI del Tiempo Ordinario. , Vol. 6, Fundación Gratis Date, Pamplona, 2001

La primera y tercera lecturas nos hablan del perdón de los pecados. En la segunda San Pablo desea que no vivamos para nosotros mismos, sino para el Señor.

En la Iglesia, comunidad de redimidos y reconciliados con el Padre en el Corazón de su Hijo muy amado, se nos garantiza el perdón divino y se nos impone amorosamente el perdón recíproco entre todos. Nada más exigente para la genuina convivencia cristiana en el Misterio de la Iglesia, que el acontecimiento mismo de nuestra Pascua: nuestra reconciliación con Dios y con los hermanos.

–Eclesiástico 27,33–28,9: Perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. Ya la revelación profética del Antiguo Testamento preparaba el mandato divino del perdón de las injurias, como una expresión de la humilde y perpetua necesidad que también nosotros tenemos del perdón divino.

Es evidente que quien no quiere perdonar no puede presentarse ante nadie para ser perdonado y, menos ante Dios. No está en buenas disposiciones de alma para obtener el perdón. Con la medida con que medimos seremos medidos. Para este perdón mutuo necesitamos estar despojados de nuestro amor propio, que es el gran enemigo de nuestra felicidad, de nuestra paz, de nuestra santidad. Sólo con amor divino podemos amar al prójimo como Dios quiere. Ante todo y sobre todo abnegación propia. Esto es lo que prepara el camino que nos lleva a la reconciliación con Dios y con los hermanos, que son todos los hombres.

–Bien nos lo muestra el Salmo 102: «El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia... Él perdona todas nuestras culpas y cura nuestras enfermedades, rescata nuestra vida de la fosa y nos colma de gracia y de ternura. No está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestra culpas. Como se levanta el cielo sobre la tierra se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso así aleja de nosotros nuestros delitos». Nosotros, dentro de nuestras limitaciones, hemos de hacer lo mismo con los que nos ofenden. Así estaremos dispuestos para bendecir al Señor con todo nuestro ser y no olvidar sus beneficios».

–Romanos 14,7-9: En la vida y en la muerte somos del Señor. Porque hemos sido perdonados para Cristo y redimidos por su amor, el perdón fraterno es, entre nosotros, una exigencia de nuestra pertenencia a Cristo, el Señor. El vivir y morir para el Señor tiene habitualmente un sentido sacrificial, cultual. El cristiano está invitado a renunciarse a sí mismo, a la propia afirmación, exaltación y gloria para afirmar con toda su vida el dominio de Dios. Comenta San Cirilo de Alejandría:

«Se ha dicho que Cristo tuvo hambre, que soportó la fatiga de largas caminatas, la ansiedad, el terror, la tristeza, la agonía y la muerte en la cruz. Sin ser presionado por nadie, por sí mismo ha entregado su propia alma por nosotros, para ser Señor de vivos y muertos (Rom 14,9). Con su propia carne ha pagado un rescate justo por la carne de todos, con su alma ha llevado a cabo la redención de todas las almas, aunque si Él ha vuelto a tomar su vida, es porque, como Dios, Él es viviente por naturaleza» (Sobre la Encarnación del Unigénito 4).

–Mateo 18,21-35: «Perdonar hasta setenta veces siete», esto es, siempre. El Evangelio nos exige un corazón perdonado por el Padre y hecho a descubrir a Dios y perdonar a todos, incluso a los propios enemigos. Se terminó con el Evangelio la ley del talión: ojo por ojo y diente por diente. San Juan Crisóstomo dice:

«De modo que no encerró el Señor el perdón en un número determinado, sino que dio a entender que hay que perdonar continuamente y siempre. Esto por lo menos declaró por la parábola puesta seguidamente. No quería que nadie pensara que era algo extraordinario y pesado lo que Él mandaba de perdonar hasta setenta veces siete. De ahí añadir esta parábola con la que intenta justamente llevarnos al cumplimiento de su mandato, reprimir un poco de orgullo de Pedro y demostrar que el perdón no es cosa difícil, sino extraordinariamente fácil.

«En ella nos puso delante un propia benignidad a fin de que nos demos cuenta, por contraste, de que, aun cuando perdonemos setenta veces siete, aun cuando perdonemos continuamente todos los pecados absolutamente de nuestro prójimo, nuestra misericordia al lado de la suya, es como una gota de agua junto al océano infinito. O, por mejor decir, mucho más atrás se queda nuestra misericordia junto a la bondad infinita de Dios, de la que, por otra parte, nos hallamos necesitados, puesto que tenemos que ser juzgados y rendirle cuenta» (Homilía 61,1, sobre San Mateo).

LECTIO DIVINA

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Señor, te pedimos que nos envíes tu Santo Espíritu, para que nos transforme y nos ayude a ser capaces de ver que la reconciliación es muy importante, que nos hace crecer como hermanos y nos ayuda a formar un mundo más humano y fraterno, y que por medio de la Palabra nos vaya transformando en una comunidad de vida y amor. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

LECTURA DEL TEXTO BÍBLICO (Mt 18,21-35)

¿Qué dice el texto?

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: “No solo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.

Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mando que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y a todas sus posesiones, para saldar la deuda, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. El rey tuvo lastima de aquel servidor, lo soltó y hasta la perdonó la deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: “Págame lo que me debes”. El compañero se le arrodillo y le rogaba: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que se fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?” Y el señor encolerizado, lo entregó a los verdugos, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. 

Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona de corazón a su hermano”. Palabra del Señor.

Pistas de reflexión

Contexto bíblico

Este es un texto difícil porque demanda demasiado. Nos ayudará ver el texto en su contexto, que lo suaviza un poco pero solamente un poco. El capítulo comienza con los discípulos preguntando quién es el mayor en el reino de los cielos (versículos 1-6). Jesús pone a un niño en medio de ellos y les dice: “Cualquiera que se haga pequeño como este niño, éste es el mayor en el reino de los cielos.” Jesús continúa y les dice que sería mejor para nosotros ahogarnos en la profundidad del mar que hacer tropezar a uno de esos pequeñitos. Jesús está realmente preocupado por las personas más vulnerables, y nos llama para que compartamos su preocupación.

Luego Jesús ofrece una guía detallada con respecto a cómo solucionar los conflictos en la Iglesia (versículos 15-20). El objetivo es la reconciliación, y nuestra obligación es ir hacia la reconciliación incluso con el gran costo de tiempo y energía que esto requiere. La pena es severa para aquellos que rehúsan responder al proceso de reconciliación, pero el proceso no está diseñado para castigar, sino para abrir los ojos a los ofensores a la seriedad de su ofensa; y a traerlo o traerla otra vez al redil. El elemento común en estas porciones del capítulo 18, es que estas nos llaman a deshacernos de la calculadora cuando se trata de relaciones interpersonales.

Nuestro texto para este domingo es sobre el perdón. Es una palabra difícil de escuchar, porque encontramos que el perdón es difícil, tanto recibirlo como darlo. Sin embargo, también es una palabra de suma importancia, porque recibir y dar perdón es central a nuestra fe. San Mateo sigue con la instrucción sobre cómo comportarse con los hermanos dentro de la comunidad. Sin perdón mutuo sería imposible cualquier clase de comunidad. El perdón no es más que una de las manifestaciones del amor y está en conexión directa con el amor al enemigo. Entre los seres humanos es impensable un verdadero amor que no lleve implícito el perdón. Dejaríamos de ser humanos si pudiéramos eliminar la posibilidad de fallar.

Texto bíblico

 A) ¿Cuántas veces tengo que perdonar?

La pregunta de Pedro vuelve a los versículos 15-20, donde Jesús da un detallado procedimiento para efectuar la reconciliación cuando un cristiano o cristiana peca. San Pedro está enunciando un asunto práctico: ¿Qué tan lejos deben ir los discípulos con respecto al perdón?

“Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano?” (gr. Ὁ ἀδελφός μου, ho adelphos mou, literalmente “mi hermano”). En muchos otros lados, Jesús lidia con las relaciones fuera de la Iglesia (“Mas yo les digo: Amen a sus enemigos” 5, 44), pero en este pasaje trata sobre perdonar a nuestros hermanos y hermanas cristianos.

En la versión de Lucas de esta historia, Jesús dice, “Si peca tu hermano, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día se volviera a ti, diciendo, perdóname, perdónale.” (Lc 17, 3-4). En esa versión el perdón es condicional al arrepentimiento. En la versión de san Mateo, Jesús no menciona el arrepentimiento. Sin embargo, los versículos 15-20 claramente requieren el arrepentimiento y un cambio en la conducta si el pecador ha de continuar en la Iglesia, y la parábola que Jesús usa para ilustrar el perdón (versículos 23-35) es una historia de dos deudores cuya súplica por misericordia constituye un tipo de arrepentimiento. Es justo decir que aquí estamos lidiando con un pecador arrepentido.

En vez de escuchar la respuesta de Jesús, Pedro propone la suya: “¿Hasta siete?” Siete veces es algo generoso. La norma rabínica era tres, basados en Amós 1-2: “Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no desviaré su castigo,” una frase repetida varias veces en esos dos capítulos. La idea es que Dios perdona tres pecados y castiga el cuarto. Pedro siente que Jesús quiere que sus discípulos vayan todavía más allá de eso, así que lo eleva al doble y una más para tener una buena medida.

El siete también es un número santo para el pueblo judío que simboliza la perfección, totalidad, abundancia, descanso, y completamiento. Tiene asomos de infinitud; por ejemplo, los siete días de la semana constituyen un ciclo interminable; así que la propuesta de Pedro puede ser todavía más generosa de lo que puede parecer a primera vista.

La respuesta de Jesús arruina la cuidadosa construcción de Pedro. “No te digo hasta siete, más aun hasta setenta veces siete.” El griego, ἑβδομηκοντάκις ἑπτά, hebdomekontakis hepta es ambiguo, y puede significar setenta y siete o setenta veces siete. Sin hacer caso de esto, Jesús no nos está invitando a llevar cuidadosos registros de las veces que perdonamos, sino que está colocando una norma que hace que llevar esos registros sea poco práctico. Jesús no nos está dando una lección de matemáticas, sino una lección sobre la gracia. Jesús propone algo completamente diferente. Setenta veces siete es cuatro cientos noventa veces: podemos hacer esa multiplicación en nuestra cabeza. Pero (lo que Jesús propone) es aritmética celestial: Debemos hacerlo en nuestros corazones.

El número siete y setenta y siete pueden tener sus raíces en Génesis 4. Ahí Dios pronuncia un castigo septuplicado para cualquiera que mate a Caín (v. 15), y Lamec lo extiende hasta setenta veces siete para cualquiera que quiera matarlo a él (v. 24). Si los números siete y setenta y siete en Mateo 18 verdaderamente se derivan de Génesis 4, estos proveen un giro irónico. En Génesis, los números se refieren a la venganza, y en Mateo, se refieren al perdón.

 B) Lo soltó y le perdonó la deuda

Jesús refuerza este pronunciamiento con esta parábola. Debemos ser cuidadosos. Esta parábola no es una alegoría, y distorsionaríamos el significado de Jesús si presionamos demasiado los detalles. Por ejemplo, el rey representa a Dios, pero algo de su conducta es decir, la orden de vender a la esposa y los hijos no es para nada congruente con el carácter de Dios. La deuda diez mil talentos es una medida más allá de cualquier medida, como nuestra palabra de “muchos millones”.

Que baste decir que la deuda es inimaginablemente grande. No importa si es un talento, o mil, o diez mil. Ningún esclavo tiene la esperanza de pagar ninguna de esas cantidades. Cuando uno está con una espada colgando del techo sobre su cabeza, no importa si la altura es cientos de metros o miles. ¡Ambas son igualmente mortales!

En este Evangelio, Jesús también iguala el pecado con la deuda en el Padre nuestro. “Y perdónanos nuestras deudas (Gr. ὀ φειλήματα, oheilemata, algo que se adeuda), como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (6:12).

El rey ordena que el esclavo sea vendido, y lo mismo su esposa y sus hijos, una práctica bastante común en ese tiempo, pero no solamente entre los judíos. La ganancia de la venta sería aplicada a la deuda. En el caso de una deuda más modesta, los parientes y amigos podrían haber recolectado dinero para redimir al deudor, pero eso no sería posible con una deuda tan grande.

La respuesta del esclavo es interesante. “Ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo”. Es un desesperado intento de agarrarse de unos hilitos. El esclavo seguramente sabe que la deuda es impagable, pero está apostando para obtener algo de tiempo. Cada día de libertad es un día menos de miseria y quién sabe: el rey podría cambiar de opinión, o el rey podría morir, o algún inesperado evento podría redimir la situación. La situación es desesperada, pero ¿quién puede culpar al esclavo por tener esperanza? 

“Movido de misericordia (Gr. σπλαγχνισθεὶς, splanchnistheis, un profundo sentimiento visceral de compasión) el señor de aquel siervo le soltó y le perdonó la deuda.” El milagro ocurre. El rey va más lejos de lo que el esclavo ha pedido. Le concede, no solamente un poco más de tiempo, sino el perdón de la gran deuda.

 C) Y lo metió en la cárcel

La deuda de cien denarios es infinitesimal comparada con la deuda de diez mil talentos, pero se convierte en muy significativa cuando se requiere el pago inmediato. Cien denarios representan el salario de cien días de una persona (Mt 20, 2 donde un denario es el salario de un día) y qué trabajador tiene esa cantidad de dinero en efectivo disponible de inmediato.

No podemos imaginarnos la falta de compasión del primer esclavo, dado su reciente y casi imposible escape, pero debemos tener en cuenta que esta es una historia en la que toda la trama es exagerada para producir un efecto. El punto central es el dramático contraste entre la deuda grande y la pequeña, y entre la compasión del rey y la falta de compasión del primer esclavo. El rey, aunque es un hombre que enfrenta grandes asuntos, fue capaz de identificarse con la situación de desesperación del primer esclavo y estuvo dispuesto a hacer concesiones para remediarlo. Ese esclavo, irónicamente, solamente fue capaz de ver la pequeña deuda que se le debía y no estuvo dispuesto a hacer ninguna concesión. La súplica del segundo esclavo en el versículo 29 es casi una copia de la súplica del primer esclavo en el versículo 26, pero el primer esclavo se rehúsa a escucharla.

 D) Lo entregó a los verdugos

Los compañeros, “se entristecieron mucho” (Gr. λυπέω, lupeo, llenos de tristeza), y reportan la injusticia al señor (Gr. Κύριος, kyrios, una palabra frecuentemente usada para Jesús como Señor). Mientras que los compañeros sienten pena por el hombre que fue injustamente encarcelado, el rey está enojado y ordena que el primer esclavo sea entregado “a los verdugos, hasta que pagase todo lo que debía.” Si antes nos preguntamos si la ética de Jesús del perdón dejaba espacio para el ajuste de cuentas, este versículo nos asegura que sí lo hace. “¿No te convenía también a ti tener misericordia de tu compañero, como también yo tuve misericordia de ti?”

Disfrutamos de la salvación por la gracia de Dios, pero esta parábola nos advierte que Dios espera que nosotros manifestemos, al menos, una mínima porción de esto en nuestra relación con otras personas. El rey ve como necesario que el hombre perdonado actúe como alguien perdonado, es decir perdonando a otros. Esta parábola nos habla de la gracia gratuita, no de la gracia barata. 

E) Así también mi Padre Celestial hará con ustedes

De pronto Jesús ya no está contando una historia sobre un rey distante, sino que le habla directamente a sus discípulos, y a nosotros. Está repitiendo su advertencia del Sermón del Monte “Mas si no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco nuestro Padre les perdonará sus ofensas” (6, 15). Solamente la gratitud por ser perdonados hace posible para nosotros perdonar a otros de corazón.

Si perdonamos a nuestro hermano o hermana de corazón, ¿cómo podemos continuar llevando cuentas para después justificar el desquitarnos? Si perdonamos a nuestro hermano de corazón, ¿cómo podemos proclamar que perdonamos pero que no olvidamos? Si perdonamos a nuestro hermano de corazón, ¿cómo podemos demandar restitución por aquello que hemos perdonado?

La mejor manera de convencerme de que Dios me ha perdonado, es descubrir que aquellos a quienes ofendí me han perdonado. Sólo cuando estoy convencido de que Dios y los demás me han perdonado, estaré dispuesto a perdonarme a mí mismo y recuperaré la paz interior, imprescindible para poder seguir adelante.

Preguntas para la lectura

¿Qué le pregunta Pedro a Jesús?

¿Qué le contestó Jesús?

¿Qué quería hacer el rey con el que le debía muchos millones?

¿Qué le suplicaba el siervo al rey?

¿Qué hizo el siervo malvado del que le debía poco dinero?

¿Qué hará el Padre celestial con el que no perdona de corazón?

MEDITACIÓN (Qué me dice la Palabra de Dios)

¿Cómo me planteo y practico el amor y el perdón al prójimo? ¿Sigo los criterios de la sociedad, que me empuja al desquite y a la venganza? ¿Me siente más cobarde, si tomo la actitud de perdonar? Cuando pido perdón al Señor, sobre todo en el sacramento de la confesión, ¿agradezco al Padre el perdón que me da gratuitamente? ¿Siento que Él me perdona del todo y sin condiciones? O ¿todavía dudo de que Dios me perdone?

ORACIÓN: ¿Qué le respondo al Señor? ¿Qué le decimos?

Gracias, Señor, porque por medio del perdón nos regalas alegría y restituyes a nuestros amigos que vuelvan a nosotros, por lo mementos que nos regalas de perdón y nos das la satisfacción de sentirnos amados por nuestros hermanos. Por eso te damos gracias Señor. Gracias Señor, gracias Señor.

Te pedimos perdón por las veces que guardamos rencor en nuestro corazón, que no sabemos perdonar a nuestros hermanos, por las ocasiones que hemos sido jueces de la vida de los hermanos. Perdón Señor, perdón Señor.

CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el mensaje?

A Jesús, que es un rey misericordioso, a las personas que les cuesta trabajo, perdonar, pero perdonan pero no olvidan.

Al Padre Celestial que nos mira con ojos de amor y misericordia.

A los discípulos que no comprenden el sentido de la misericordia.

ACCIÓN: ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos?

La intención general del apostolado de la oración del Papa para el mes de septiembre es:

Por la evangelización: Parroquias al servicio de la misión

“Por nuestras parroquias, para que, animadas por el espíritu misionero, sean lugares de transmisión de la fe y testimonio de la caridad.”

Intención personal: Trataré de ser instrumento de misericordia y amor primero conmigo mismo y luego con los demás, buscando siempre caminos de justicia y libertad.

Intención comunitaria: Que en mis comunidades les ayude a comprender el sentido del perdón y que esto me lleve a compartir con mis hermanos la grandeza de ser hijos y que somos miembros de una misma comunidad.


CREDO (Profesión de Fe)

CREDO DE LOS APÓSTOLES

 
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra. 
 
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen, 
padeció bajo el poder de Poncio Pilato
fue crucificado, muerto y sepultado, 
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
 
Creo en el Espíritu Santo, 
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.

ORACION UNIVERSAL
 
ORACIÓN DE LOS FIELES.

Celebrante: Dios es compasivo y misericordioso y siempre perdona y bendice a sus hijos; por eso con fe oremos por nosotros y por el mundo entero. Digamos:

R. Escúchanos, Señor.

ORACIÓN DE LOS FIELES. (Monitor)

Para que, viviendo para el Señor, la Iglesia sea signo de su fidelidad. Oremos.

Para que la Iglesia sea el lugar de la misericordia, la acogida y el perdón incondicional para los hombres y mujeres del tercer milenio. Oremos.

 Para que los países ricos perdonen las deudas de los países pobres. Oremos.

 Para que la gracia de Dios destierre de los corazones el odio, la venganza, la corrupción y el resentimiento. Oremos.

Para que los que hoy morirán dejen este mundo en paz y entren en la gloria del cielo. Oremos.

Para que el Señor nos dé un corazón como el suyo, siempre dispuesto a perdonar. Oremos.

ORACIÓN. 

Celebrante: Escucha las súplicas de tus hijos, infúndenos tu misericordia, y haz que unidos a Ti demos testimonio del amor verdadero. Por Jesucristo nuestro Señor.  R. Amén

LITURGIA EUCARÍSTICA

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Celebrante: Sé propicio, Señor, a nuestras plegarias y acepta benignamente estas ofrendas de tus siervos, para que aquello que cada uno ofrece en honor de tu nombre aproveche a todos para su salvación.
 Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén


MONICIÓN DE OFRENDAS (Monitor)

Llevemos ahora las ofrendas al altar, sabiendo que primero debemos ponernos en paz con aquellos que nos han ofendido. Cantemos todos.

Ofrenda Sagrada: recibe señor mi ofrenda junto al pan y al vino Reconozco que  todo lo que tengo y todo lo que soy tú me lo has dado y es mi agradecimiento porque eres mi señor a quien ofrezco el fruto de mi trabajo para las necesidades sostenimiento y engrandecimiento de nuestra iglesia amén. 

CANTO DE OFERTORIO

 
G             Bm          C            G
Te presentamos el vino y el pan
C           G Em       Am      D7 G
Bendito seas   por siempre Señor

        G   C          G
Bendito seas Señor
       C                           G
Por este pan que nos diste
C                                     Bm   Em     Am  D7
Fruto de la tierra y del trabajo de los hombres

G             Bm          C            G
Te presentamos el vino y el pan
C           G Em       Am      D7 G
Bendito seas   por siempre Señor

  G   C          G
Bendito seas Señor
    C                    G
El vino tu nos lo diste
C                                  Bm   Em     Am  D7
Fruto de la vid y del trabajo de los hombres

G             Bm          C            G
Te presentamos el vino y el pan
C           G Em       Am         D7 G
Bendito seas   por siempre Señor

PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS

Celebrante: Bendito seas señor, Dios del universo por este pan y este vino fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de Salvación.

INVITACIÓN A ORAR

Celebrante: Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. 

R. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

PLEGARIA EUCARISTICA

Celebrante: El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
Celebrante: Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Celebrante: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

Prefacio Dominical IV 
Historia de la salvación 

Celebrante: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.

Porque naciendo, restauró nuestra naturaleza caída; padeciendo en la cruz, borró nuestros pecados; resucitando de entre los muertos, nos proporcionó el acceso a la vida eterna, y ascendiendo hasta ti, Padre, nos abrió las puertas del Reino de los cielos.
Aclamación:
Por eso, unidos a la multitud de los ángeles y de los santos, te aclamamos, llenos de alegría:
CANTO DE SANTO


SANTO LUNA

 
Bm   Em     A      D
  Santo,      Santo,
   G                Em              F#m     Bm
 Santo es el Señor Dios del universo

Bm      Em            A               D        
llenos están los cielos y la tierra
  G         Em      F#m  Bm
 de su Gloria ¡Hosanna!

Bm   Em      A     D      G    Em   F#m    Bm
Hosanna  Hosanna  Hosanna en el cielo (2)

   Bm                       Em            
Bendito es el que viene 
        A                    D
en Nombre del Señor,
  G                     Em      F#m  Bm
Hosanna en el cielo, Hosanna
 
CONSAGRACIÓN

PREFACIO

Celebrante: Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad; 

TRANSUBSTANCIACIÓN

1ª Epíclesis o invocación al Espíritu Santo. 
Por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor. 
Relato de la institución de la Eucaristía. 
El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan; dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:

TOMAD Y COMED TODOS DE EL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR NOSOTROS.

Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo:

TOMAD Y BEBED TODOS DE EL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA POR NOSOTROS
Y POR TODOS LOS HOMBRES
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

ACLAMACION

Éste es el Sacramento de nuestra fe:
R. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. !Ven, Señor Jesús!

       E                   B7            E                                                          
Anunciamos tu muerte señor 
C#m       A         E                B7      
Y proclamamos tu resurrección
   A              B7   E  
Hasta que vuelvas.


Anámnesis Memorial y ofrenda
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, 
Oblación te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia. 

2ª Epíclesis o invocación al Espíritu Santo  
Te pedimos, humildemente, que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Intercesión
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; y con el Papa ... , con nuestro Obispo ... y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.

Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección,
y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro.

Conmemoración de los Santos 
Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen, Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.

ACLAMACION
Doxología
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. R. Amén.

INTRO: Bm    A    Bm         

Bm    A    Bm         D    A    Bm                                        
Aaaameeeeeen, Aaaaameeeeeen,                          
   G    A    Bm                                        
Aaaaameeeeeen, 

RITO DE LA COMUNIÓN

PADRE NUESTRO (Oración)

Celebrante: Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

PADRE NUESTRO

Padre nuestro, 
que estás en el cielo, 
santificado sea tu Nombre; 
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. 
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, 
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; 
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
 
PADRE NUESTRO (Balada)

C          Em               F            G                               
Padre nuestro,  que estas en el cielo 
      F         G      F        G           
Santificado sea tu nombre, 
 C    G       Am        F             G         
Venga a nosotros, venga tu reino  
C    Em     F          G    
Hágase tu voluntad 
  Dm       G            F                 G        
así en la tierra, como en el cielo.

      C     G      Am                F           G          
El pan danos hoy, nuestro pan de cada día
   C                   Em            
Perdona nuestras ofensas, 
  F                  G
Así como nosotros 
              Dm                      G
Perdonamos a quien nos ofende.
 C     G      Am     F             G
Y no nos dejes caer en tentación
  C       G            Am    F     C    G    C
Más líbranos del mal. Del mal, Del mal



Celebrante: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. 
R. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor. 

RITO DE PAZ

Celebrante: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
"La paz os dejo, mi paz os doy"; no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén. 
Celebrante: La paz del Señor esté siempre con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
Celebrante: Como hijos de Dios, intercambien ahora un signo de comunión fraterna. 

FRACCION DEL PAN

CANTO DE CORDERO DE DIOS

CORDERO (Balada)

 
Em                                 Am      
Cordero de Dios que quitas 
C          D           Em 
el pecado del mundo  

Am    D                G     Em   
ten piedad de nosotros   
Am    B7               Em 
ten piedad de nosotros ( 2)

Em                                 Am      
Cordero de Dios que quitas 
C          D           Em 
el pecado del mundo  
C   E7       Am   D D7        G 
Danos la paz, danos la paz
Am D     G Em     Am B7       E  E7
Danos,   danos,   danos   la paz
Am D      G Em     Am B7       Em
Danos,   danos,   danos   la paz
 

Celebrante: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.

Celebrante: El Cuerpo de Cristo que me guarde para la vida eterna.
R. Amén.

COMUNION

MONICIÓN DE COMUNION (Monitor)

Para los hermanos que van a recibir la sagrada comunión es importante que antes de  comulgar mediten en lo siguiente Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave  no comulgue el cuerpo del señor sin acudir antes a la confesión sacramental Quien vaya  a recibir la sagrada comunión debe abstenerse de tomar cualquier alimento al menos una hora antes a excepción del agua y de las  medicinas.

Con un corazón limpio de odios y rencores contra nuestro prójimo, vayamos a recibir el Cuerpo de Cristo en la Santa Comunión. Lo hacemos cantando…

ANTÍFONA DE COMUNION (Monitor)

Señor Dios, qué preciosa es tu misericordia. Por eso los hombres se acogen a la sombra de tus alas.

CANTO DE COMUNION

A QUIÉN IREMOS


     F                C7     Dm
Señor, ¿a quién iremos?
 F   Bb        Gm           C7
Tú tienes palabras de vida
       F         A7        Dm
nosotros hemos creído
  F      Bb         C7         F
que Tú eres el Hijo de Dios.

    F                 Bb          C7
Soy el pan que os da la vida eterna
 F                  Dm     Gm        C7
el que viene a Mi no tendrá hambre
F                  F7                Bb             
el que viene a Mi no tendrá sed
F              Bb      C7
así ha hablado Jesús.

F                 Bb          C7
No busquéis alimento que perece
F               Dm        Gm        C7
sino aquel que perdura eternamente
F                  F7                Bb             
el que ofrece el Hijo del hombre
F              Bb      C7
que el Padre os ha enviado.

F                 Bb          C7
No es Moisés quien os dio pan del cielo
F               Dm        Gm        C7
es mi Padre quien da pan verdadero
F                  F7                Bb             
porque el pan de Dios baja del cielo
F              Bb      C7
y da la vida al mundo.

 ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Celebrante: Que el efecto de este don celestial, Señor, transforme nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para que sea su fuerza, y no nuestro sentir, lo que siempre inspire nuestras acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor R. Amén.

RITO DE CONCLUSION

BENDICION FINAL
Celebrante: El Señor esté con  ustedes.
R. Y con tu espíritu.

Celebrante: La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R. Amén.
Celebrante: Pueden ir en paz.  
R. Demos gracias a Dios

MONICIÓN DE SALIDA (Monitor)

Hoy nos llevamos una misión muy grande después de haber participado en esta Santa Misa: perdonar al que nos ha ofendido. Con esa tarea vayamos al mundo, a ser signos de reconciliación y perdón.

CANTO DE SALIDA

MADRE ERES TERNURA
 

D            Em  
Madre eres ternura
A7         D
Eres una flor
Bm         Em
Blanca y preciosa
A7            D
Llena de amor (2)

                          Em
Si, Señora ven a mi
A7         D
Ven, ven a mi
  Bm            Em
Cúbreme con tu manto
 A7       D
Lleno de amor (2)
 



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