XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
MISAL DOMINGO 03 DE SEPTIEMBRE DE 2023
RITOS INICIALES
MONICIÓN DE ENTRADA (Monitor)
Bienvenidos, hermanos estamos en el vigésimo segundo Domingo del Tiempo Ordinario. Nos llamamos cristianos porque hemos sido llamados por Cristo; llamados a seguirle. Pero su llamamiento es de cada día. La celebración de hoy nos plantea un dilema y es preciso elegir.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal. 85, 3.5 (Monitor)
Dios mío, ten piedad de mí, pues sin cesar te invoco: Tú eres bueno y clemente, y rico en misericordia con quien te invoca.
Con esa invitación que Dios dirige a cada uno de nosotros, nos disponemos a celebrar dignamente estos misterios, de pie, cantando juntos.
CANTO DE ENTRADA
Reunidos en el nombre del Señor
G C G
Reunidos en el nombre del Señor,
C A7 D
que nos ha congregado ante su altar,
Am D7 G Em
/ celebremos el misterio de la fe,
C6 D7 G
bajo el signo del amor y la unidad./
G D G
1. Tú, Señor, da sentido a nuestra vida,
Em A7 D
tu presencia nos ayuda a caminar,
G B7 Em
tu Palabra es fuente de agua viva,
C Am
que nosotros, sedientos,
Bm C6 D7 G
a tu mesa venimos a buscar.
G C G
2. Purifica con tu gracia nuestras manos,
Em A7 D
ilumina nuestra mente con tu luz,
G B7 Em
y la fe se fortalezca en tu Palabra,
C Am Bm
y tu Cuerpo, tomado en alimento,
C6 D7 G
nos traiga la salud.
SALUDO
Celebrante: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.
R. Y con tu Espíritu.
ACTO PENITENCIAL
Celebrante: Hermanos: para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
Celebrante: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R. Amén.
CANTO DE TEN PIEDAD
TEN PIEDAD (Marco López)
INTRO; Dm C Dm
Dm C Dm
Señor ten piedad de noso_tros X2
C A7 Dm
Cristo ten piedad de nosotros X2
Dm C Dm
Señor ten piedad de noso_tros X2
INTRO; Dm C Dm
Señor ten piedad de noso_tros X2
C A7 Dm
Cristo ten piedad de nosotros X2
Dm C Dm
Señor ten piedad de noso_tros X2
CANTO DE GLORIA
F A#
Gloria a Dios en las alturas
C7 F
y en la tierra al hombre paz.
A#
Tu bondad está en el hombre
C7 F
a quien amas de verdad.
A# F
Por tu inmensa gloria damos esquema
C7 F
muchas gracias sin cesar.
A# F
Te alabamos, te adoramos,
C7 F
Padre nuestro celestial.
F A#
Tú que quitas el pecado,
C7 F
siendo víctima pascual,
A#
No te olvides de tu pueblo,
C7 F
de nosotros ten piedad.
F A#
Porque sólo Tú eres santo,
C7 F
Jesucristo, ten piedad;
A#
Tú que estás a la derecha d
C7 F
de Dios Padre inmortal.
F A#
A ti, Espíritu divino,
C7 F
te invocamos con afán;
A#
Que en tu amor siempre vivamos
C7 F
en perfecta unidad.
ORACIÓN COLECTA
Celebrante: Dios de toda virtud, de quien procede todo lo que es bueno, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, y concede que, haciendo más religiosa nuestra vida, hagas crecer el bien que hay en nosotros y lo conserves con solicitud amorosa.
Por nuestro Señor Jesucristo. R. Amen
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
MONICIÓN PRIMERA LECTURA (Monitor)
Con una sinceridad estremecedora, Jeremías hace una confesión sobre su tarea de profeta: la Palabra que anuncia se ha vuelto para él una cruz muy pesada.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Jeremías 20, 7-9
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; fuiste más fuerte que yo y me venciste. He sido el hazmerreír de todos; día tras día se burlan de mí. Desde que comencé a hablar, he tenido que anunciar a gritos violencia y destrucción. Por anunciar la palabra del Señor, me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día. He llegado a decirme: “Ya no me acordaré del Señor ni hablaré más en su nombre”. Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor
SALMO RESPONSORIAL
MONICIÓN SALMO RESPONSORIAL 66 (Monitor)
El Amor de Dios seduce nuestro espíritu, como sedujo a Jeremías; sólo en él puede descansar nuestra alma que está sedienta de Dios. Unámonos con el salmo 62 Cantando con el coro:
SALMO RESPONSORIAL 62
C F G C
R. Señor, mi alma tiene sed de ti
- Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua. R.
- Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te busco en tu santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios. R.
- Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con jubilosos labios. R.
- Porque fuiste mi auxilio y a tu sombra, Señor, canto con gozo. A ti se adhiere mi alma y tu diestra me da seguro apoyo. R.
SEGUNDA LECTURA
MONICIÓN SEGUNDA LECTURA (Monitor)
A quienes han experimentado la gracia de Dios, San Pablo les exhorta a rendirle culto y discernir cuál es su voluntad para ajustarse a ella. Escuchemos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (12, 1-2)
Hermanos: Por la misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios, porque en esto consiste el verdadero culto. No se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor
MONICIÓN EVANGELIO (Monitor)
Si el domingo pasado Jesús alababa a Pedro y le veía como una roca sobre la que construyó su Iglesia, hoy Pedro es objeto de reprensión, porque se convierte en una piedra de tropiezo para Jesús, quien les dice a todos que, si quieren ser sus discípulos, deben tomar su cruz y seguirle.
CANTO DE ALELUYA
CANTO DE ALELUYA
ALELUYA (Busca Primero)
INTRO: D F#m G D
D F#m G D G D A A7
Aleluya, aleluya, aleluya, aleluuuya
D F#m G D G D A D
Aleluya, aleluya, aleluya, aleluya
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (Monitor)
R. Aleluya, aleluya.
Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento.
R. Aleluya, aleluya.
EVANGELIO
SANTO EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (16, 21-27)
En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti”. Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!” Luego Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras”.
Palabra del Señor.
R. Gloria a Ti Señor Jesús.
HOMILIA
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Benedicto XVI, Papa
Ángelus(31-08-2008): ¿Por qué morir en la cruz?
Sunday 31 de August de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
También hoy, en el Evangelio, aparece en primer plano el apóstol san Pedro, como el domingo pasado. Pero, mientras que el domingo pasado lo admiramos por su fe sincera en Jesús, a quien proclamó Mesías e Hijo de Dios, esta vez, en el episodio sucesivo, muestra una fe aún inmadura y demasiado vinculada a la "mentalidad de este mundo" (cf. Rm 12, 2).
En efecto, cuando Jesús comienza a hablar abiertamente del destino que le espera en Jerusalén, es decir, que tendrá que sufrir mucho y ser asesinado para después resucitar, san Pedro protesta diciendo: "¡Lejos de ti, Señor! De ningún modo te sucederá eso" (Mt 16, 22). Es evidente que el Maestro y el discípulo siguen dos maneras opuestas de pensar. San Pedro, según una lógica humana, está convencido de que Dios no permitiría nunca que su Hijo terminara su misión muriendo en la cruz. Jesús, por el contrario, sabe que el Padre, por su inmenso amor a los hombres, lo envió a dar la vida por ellos y que, si esto implica la pasión y la cruz, conviene que suceda así. Por otra parte, sabe también que la última palabra será la resurrección. La protesta de san Pedro, aunque fue pronunciada de buena fe y por amor sincero al Maestro, a Jesús le suena como una tentación, una invitación a salvarse a sí mismo, mientras que sólo perdiendo su vida la recibirá nueva y eterna por todos nosotros.
Ciertamente, si para salvarnos el Hijo de Dios tuvo que sufrir y morir crucificado, no se trata de un designio cruel del Padre celestial. La causa es la gravedad de la enfermedad de la que debía curarnos: una enfermedad tan grave y mortal que exigía toda su sangre. De hecho, con su muerte y su resurrección, Jesús derrotó el pecado y la muerte, restableciendo el señorío de Dios. Pero la lucha no ha terminado: el mal existe y resiste en toda generación y, como sabemos, también en nuestros días. ¿Acaso los horrores de la guerra, la violencia contra los inocentes, la miseria y la injusticia que se abaten contra los débiles, no son la oposición del mal al reino de Dios? Y ¿cómo responder a tanta maldad si no es con la fuerza desarmada y desarmante del amor que vence al odio, de la vida que no teme a la muerte? Es la misma fuerza misteriosa que utilizó Jesús, a costa de ser incomprendido y abandonado por muchos de los suyos.
Queridos hermanos y hermanas, para llevar a pleno cumplimiento la obra de la salvación, el Redentor sigue asociando a sí y a su misión a hombres y mujeres dispuestos a tomar la cruz y seguirlo. Como para Cristo, también para los cristianos cargar la cruz no es algo opcional, sino una misión que hay que abrazar por amor. En nuestro mundo actual, en el que parecen dominar las fuerzas que dividen y destruyen, Cristo no deja de proponer a todos su invitación clara: quien quiera ser mi discípulo, renuncie a su egoísmo y lleve conmigo la cruz. Invoquemos la ayuda de la Virgen santísima, la primera que siguió a Jesús por el camino de la cruz, hasta el final. Que ella nos ayude a seguir con decisión al Señor, para experimentar ya desde ahora, también en las pruebas, la gloria de la resurrección.
Ángelus(28-08-2011): El Camino para seguir a Jesús
Sunday 28 de August de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
En el Evangelio de hoy, Jesús explica a sus discípulos que deberá «ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día» (Mt 16, 21). ¡Todo parece alterarse en el corazón de los discípulos! ¿Cómo es posible que «el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (v. 16) pueda padecer hasta la muerte? El apóstol Pedro se rebela, no acepta este camino, toma la palabra y dice al Maestro: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte» (v. 22). Aparece evidente la divergencia entre el designio de amor del Padre, que llega hasta el don del Hijo Unigénito en la cruz para salvar a la humanidad, y las expectativas, los deseos y los proyectos de los discípulos. Y este contraste se repite también hoy: cuando la realización de la propia vida está orientada únicamente al éxito social, al bienestar físico y económico, ya no se razona según Dios sino según los hombres (cf. v. 23). Pensar según el mundo es dejar aparte a Dios, no aceptar su designio de amor, casi impedirle cumplir su sabia voluntad. Por eso Jesús le dice a Pedro unas palabras particularmente duras: «¡Aléjate de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo» (ib.). El Señor enseña que «el camino de los discípulos es un seguirle a él [ir tras él], el Crucificado. Pero en los tres Evangelios este seguirle en el signo de la cruz se explica también... como el camino del «perderse a sí mismo», que es necesario para el hombre y sin el cual le resulta imposible encontrarse a sí mismo» (cf. Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 337).
Como a los discípulos, también a nosotros Jesús nos dirige la invitación: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Mt 16, 24). El cristiano sigue al Señor cuando acepta con amor la propia cruz, que a los ojos del mundo parece un fracaso y una «pérdida de la vida» (cf. ib. 25-26), sabiendo que no la lleva solo, sino con Jesús, compartiendo su mismo camino de entrega. Escribe el siervo de Dios Pablo VI: «Misteriosamente, Cristo mismo, para desarraigar del corazón del hombre el pecado de suficiencia y manifestar al Padre una obediencia filial y completa, acepta... morir en una cruz» (Ex. ap. Gaudete in Domino, 9 de mayo de 1975: aas 67 [1975] 300-301). Aceptando voluntariamente la muerte, Jesús lleva la cruz de todos los hombres y se convierte en fuente de salvación para toda la humanidad. San Cirilo de Jerusalén comenta: «La cruz victoriosa ha iluminado a quien estaba cegado por la ignorancia, ha liberado a quien era prisionero del pecado, ha traído la redención a toda la humanidad» (Catechesis Illuminandorum XIII, 1: de Christo crucifixo et sepulto: PG 33, 772 b).
Queridos amigos, confiamos nuestra oración a la Virgen María y también a san Agustín, cuya memoria litúrgica se celebra hoy, para que cada uno de nosotros sepa seguir al Señor en el camino de la cruz y se deje transformar por la gracia divina, renovando —como dice san Pablo en la liturgia de hoy— su modo de pensar para «poder discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Rm 12, 2).
Francisco, Papa
Ángelus(31-08-2014): Saber discernir la voluntad de Dios
Sunday 31 de August de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el itinerario dominical con el Evangelio de Mateo, llegamos hoy al punto crucial en el que Jesús, tras verificar que Pedro y los otros once habían creído en Él como Mesías e Hijo de Dios, comenzó «a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho..., ser ejecutado y resucitar al tercer día» (16, 21). Es un momento crítico en el que emerge el contraste entre el modo de pensar de Jesús y el de los discípulos. Pedro, incluso, siente el deber de reprender al Maestro, porque no puede atribuir al Mesías un final tan infame. Entonces Jesús, a su vez, reprende duramente a Pedro, lo pone «a raya», porque no piensa «como Dios, sino como los hombres» (cf. v. 23) y sin darse cuenta hace las veces de Satanás, el tentador.
Sobre este punto insiste, en la liturgia de este domingo, también el apóstol Pablo, quien, al escribir a los cristianos de Roma, les dice: «No os amoldéis a este mundo —no entrar en los esquemas de este mundo—, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios» (Rm 12, 2).
En efecto, nosotros cristianos vivimos en el mundo, plenamente incorporados en la realidad social y cultural de nuestro tiempo, y es justo que sea así; pero esto comporta el riesgo de convertirnos en «mundanos», el riesgo de que «la sal pierda el sabor», como diría Jesús (cf. Mt 5, 13), es decir, que el cristiano se «agüe», pierda la carga de novedad que le viene del Señor y del Espíritu Santo. En cambio, tendría que ser al contrario: cuando en los cristianos permanece viva la fuerza del Evangelio, ella puede transformar «los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida» (Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 19). Es triste encontrar cristianos «aguados», que se parecen al vino diluido, y no se sabe si son cristianos o mundanos, como el vino diluido no se sabe si es vino o agua. Es triste esto. Es triste encontrar cristianos que ya no son la sal de la tierra, y sabemos que cuando la sal pierde su sabor ya no sirve para nada. Su sal perdió el sabor porque se entregaron al espíritu del mundo, es decir, se convirtieron en mundanos.
Por ello es necesario renovarse continuamente recurriendo a la savia del Evangelio. ¿Cómo se puede hacer esto en la práctica? Ante todo leyendo y meditando el Evangelio cada día, de modo que la Palabra de Jesús esté siempre presente en nuestra vida. Recordadlo: os ayudará llevar siempre el Evangelio con vosotros: un pequeño Evangelio, en el bolsillo, en la cartera, y leer un pasaje durante el día. Pero siempre con el Evangelio, porque así se lleva la Palabra de Jesús y se la puede leer. Además, participando en la misa dominical, donde encontramos al Señor en la comunidad, escuchamos su Palabra y recibimos la Eucaristía que nos une a Él y entre nosotros; y además son muy importantes para la renovación espiritual las jornadas de retiro y de ejercicios espirituales. Evangelio, Eucaristía y oración. No lo olvidéis: Evangelio, Eucaristía, oración. Gracias a estos dones del Señor podemos configurarnos no al mundo, sino a Cristo, y seguirlo por su camino, la senda del «perder la propia vida» para encontrarla de nuevo (v. 25). «Perderla» en el sentido de donarla, entregarla por amor y en el amor —y esto comporta sacrificio, incluso la cruz— para recibirla nuevamente purificada, libre del egoísmo y de la hipoteca de la muerte, llena de eternidad.
La Virgen María nos precede siempre en este camino; dejémonos guiar y acompañar por ella.
Julio Alonso Ampuero
Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico
Fundación Gratis Date, Pamplona, 2004
Piensas como los hombres
Mt 16,21-27
Cuando Jesús presenta el plan del Padre sobre su propia vida –muchos padecimientos y muerte en cruz–, Pedro se rebela y se pone a increpar a Jesús; se escandaliza de la manera como Dios actúa, y se pone a decir que eso no puede ser. ¿Acaso no es también esta nuestra postura muchas veces cuando la cruz se presenta en nuestra vida?
Pero fijémonos en la respuesta de Jesús a Pedro: «¡Apártate de mi vista, Satanás!». La expresión es tremendamente dura, pues Jesús le llama a Pedro «Satanás». Y ¿por qué? Porque piensa como los hombres y no como Dios. Pues bien, también nosotros tenemos que aprender a ver la cruz –nuestras cruces de cada día: dolores, enfermedades, problemas, dificultades...– como Dios, es decir, con los ojos de la fe. De esa manera no nos rebelaremos contra Dios ni contra sus planes.
Vista la cruz con ojos de fe no es terrible. Primero, porque cruz tiene todo hombre, lo quiera o no, sea cristiano o no. Pero el cristiano la ve de manera distinta, la lleva con paz y serenidad. El cristiano no se «resigna» ante la cruz; al contrario, la toma con decisión, la abraza y la lleva con alegría. El que se ha dejado seducir por el Señor y en su corazón lleva sembrado el amor de Dios no ve la cruz como una maldición. La cruz nos hace ganar la vida, no sólo la futura, sino también la presente, en la medida en que la llevamos con fe y amor.
Ofrenda permanente
Rom 12,1-2
«Os exhorto... a presentar vuestros cuerpos como hostia viva». La vida del cristiano es una ofrenda permanente de la propia existencia a Dios. «Este es vuestro culto razonable». Sin esta ofrenda de la propia vida el culto sería vacío, caeríamos en un mero ritualismo como el que tantas veces atacan los profetas. Cristo se ha ofrecido de verdad. Su ofrenda al Padre ha sido tan real que ha quedado sellada por el sacrificio del Calvario. Vivir la misa, participar en ella, es ofrecerse con Cristo al Padre; realmente, con toda nuestra vida, con todo lo que somos y tenemos. Y hacer que esta ofrenda se mantenga durante todo el día, durante toda la vida.
«No os ajustéis a este mundo». Toda nuestra vida y nuestra conducta ha de estar inspirada por la fe. Pero en el ambiente de la sociedad que nos rodea muchos criterios y muchas conductas no están inspiradas en el evangelio o son positivamente contrarias a él. Por eso no podemos pensar, vivir y actuar «como todo el mundo». El criterio que nos guía no puede ser ni lo que dice la televisión, ni lo que la gente opina, sino siempre y sólo el evangelio.
«Transformáos por la renovación de la mente para que sepáis discernir la voluntad de Dios». Hemos de vivir en conversión continua. Pero no sólo de nuestras obras, sino sobre todo de nuestros criterios. No basta actuar «con buena voluntad». Si nuestra mentalidad y nuestros criterios no son según el evangelio, ciertamente no haremos lo que Dios quiere. Por eso hemos de leer mucho la Palabra de Dios, para impregnarnos de ella. Hemos de leer a los santos, que son los que mejor han entendido y vivido el evangelio. Hemos de ayudarnos unos a otros a «respirar» según los criterios evangélicos. Y hemos de procurar ser coherentes al ponerlos en práctica, sin engañarnos a nosotros mismos (St 1,22).
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
Semana XIX-XXVI del Tiempo Ordinario. , Vol. 6, Fundación Gratis Date, Pamplona, 2001
Cristo anuncia su Pasión. Figura de ella fue el profeta Jeremías, con las contradicciones que tuvo que pasar. También nosotros tenemos que sufrir y ese sacrificio hemos de ofrecerlo juntamente con el de Cristo, reactualizado sacramental-mente en la Misa, como una «hostia viva, santa y agradable a Dios».
En la cruz debe morir permanentemente nuestro hombre viejo y renovarse constantemente en Cristo. La urgencia y la teología vivenciada de la cruz de Cristo es siempre un imperativo insoslayable de nuestra vocación de cristianos. Es la garantía evangélica de nuestra incorporación a Cristo.
–Jeremías 20,7-9: La palabra del Señor se volvió oprobio para mí. Entre los profetas mesiánicos, Jeremías fue un símbolo viviente de la contradicción entre los designios de Dios y las posturas pseudo-religiosas e irresponsables de los hombres. Como una figura del misterio de Cristo, signo de contradicción (Lc 2,34).
San Jerónimo expone el sentido espiritual de los serafines que rodeaban el trono alto y sublime y del que con un carbón ardiente toca la boca del profeta Isaías. Y comenta, sobre otro pasaje de Jeremías:
«Parecido a esto es aquello de Jeremías: «Toma de mi mano esta copa de vino espumoso y hazla beber a todas las naciones a las que yo te envíe; beberán hasta vomitar, enloquecerán y caerán ante la espada que voy a soltar entre ellas» (Jer 25,15-16). Al oír esto el profeta, no se negó ni dijo a ejemplo de Moisés: «¡Por favor, Señor! No soy digno. Busca a otro a quien enviar» (Gen 2,24), sino que como amaba a su pueblo, y creía que, si bebían la copa, serían exterminadas y caerían las naciones enemigas, tomó de buena gana la copa de vino espumoso, sin saber que entre todas las naciones también iba incluida Jerusalén.
«...Respecto a esta profecía, y aunque el orden está alterado en la mayoría de los códices, escucha lo que dice en otro pasaje: «Me has seducido, Señor, y me dejé seducir; me has agarrado y me has podido; me he convertido en irrisión y en objeto de burla todo el día» (Jer 20,7). El profeta tiene conciencia de la presencia divina en su vida. Esta presencia lo envuelve completamente. El fuego es una imagen muy apta para indicar la acción: quema, purifica, ilumina y calienta. La palabra de Dios es un impulso irresistible. Quien tiene la experiencia de Dios y de su Palabra no puede guardarla para sí. Tiene que transmitirla, hacerla fructificar y salvar a los hombres por ella, aunque los hombres, como sucedió con Jeremías, no quieran atender y se vuelvan contra el que la anuncia» (Carta 18,A,15, a Dámaso).
–Con el Salmo 62 proclamamos: «Mi alma está sedienta de Ti..., mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin vida... Tu gracia vale más que la vida... Mi alma está unida a Ti y tu diestra me sostiene. Por eso canto con júbilo... Te alabarán mis labios».
–Romanos 12,1-2: Ofreceos vosotros mismos como sacrificio vivo. Un culto de propiciación es bueno, pero puede tener el peligro de ser utilitarístico. El culto cristiano es ante todo acción de gracias a Dios por todo cuanto hemos recibido de Él. Ha de ser también una respuesta de fe a través del empeño de una vida correspondiente. Ofrenda de cuanto tenemos y somos. Es también una súplica, pues nosotros y todos los hombres tenemos muchas necesidades temporales y eternas. San Juan Crisóstomo comenta:
«¿Cómo, dices, puede ser el cuerpo sacrificio? Que tu ojo no mira nada malo, y se hace sacrificio; no hable tu lengua nada torpe y se hace oblación; que tu mano no haga nada inicuo y se convierte en holocausto. Mas no bastan estas cosas; también es necesario que hagamos buenas obras, que tu mano dé limosnas, que tu boca bendiga a los que te injurian, que tus oídos escuchen asiduamente la predicación. La hostia no tiene mancha, la hostia es primicia. Que nosotros ofrezcamos así a Dios las manos, los pies, la boca y todos los otros miembros como primicias. Esa hostia agrada a Dios, no la de los judíos que era inmunda... Aquellos ofrecían muerto lo que era sacrificado; en nuestro caso, lo que se sacrifica se hace viviente. Cuando mortificamos nuestros miembros, entonces podemos vivir. Esta ley del sacrificio es ciertamente nueva» (Comentario a la Carta a los Romanos 20,1).
–Mateo 16,21-27: El que quiere venirse conmigo que se niegue a sí mismo. La vida y la enseñanza de Cristo nos induce al «radicalismo». No podemos contemporizar con los bienes y criterios de este mundo. Hay que sentirse solidarios con las exigencias de un cristianismo total. El genuino cristiano es siempre un hombre conscientemente crucificado con Cristo en medio de los hombres. En esto consiste su sacerdocio y su sacrificio cristiforme. San Juan Crisóstomo dice:
««Tome su cruz». Lo uno se sigue de lo otro. No pensemos que la negación de nosotros mismos ha de llegar solo a las palabras, injurias y agravios. No. El Señor nos señala hasta dónde hemos de negarnos a nosotros mismos: hasta la muerte y la muerte más ignominiosa... «Y sígame». Cabe padecer y, sin embargo, no seguir al Señor, cuando no se padece por causa suya... Que todo se haga y se sufra por seguirle; que todo se soporte por amor suyo; que juntamente con el sufrimiento se practiquen las otras virtudes» (Homilía 55,2 sobre San Mateo).
LECTIO DIVINA
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Señor, Tú que anunciaste que debías morir por la salvación del género humano y encontraste obstáculos de los que te seguían, te pedimos que nos envíes tu Espíritu que nos ayude a entender el sentido del dolor y así poder sentirse libres y plenos para amarte, y nos ayude a amarte en nuestros hermanos. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
LECTURA DEL TEXTO BÍBLICO (Mt 16, 21-27)
¿Qué dice el texto?
En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: «No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti». Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: «¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!».
Luego Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras». Palabra del Señor.
Pistas de reflexión
Contexto bíblico
Esta lectura está unida muy estrechamente con los vv. 13-20, de la lectura del Evangelio de la semana pasada. En el versículo 16, Pedro confesó su fe de que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios. Ahora Jesús le muestra lo que ser el Mesías y el discipulado significan. Previo al capítulo 16, Jesús usó mucho de su tiempo hablando a las multitudes, haciendo milagros, y verbalmente discutiendo con escribas y fariseos. Con la excepción de 16,1-4, en los capítulos 16-18 Jesús usa su tiempo instruyendo a sus discípulos preparándolos para Jerusalén y su cruz. Luego, en 19, 1 deja Galilea y se va a Judea a Jerusalén para su muerte.
El punto relevante para el razonamiento que vamos desarrollando lo constituye el v. 21: “Desde entonces Jesús comenzó a demostrar abiertamente a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y que al tercer día resucitaría”. Esta primera predicción de la pasión que amerita que la examinemos con sumo cuidado. La indicación cronológica «a partir de entonces» tiene mucha importancia en el Evangelio de Mateo; indica siempre un cambio decisivo en el relato. El evangelista intenta, pues, afirmar que está maduro el tiempo para algo nuevo. En efecto, se pasa de la revelación sobre Jesús Mesías a la del Hijo del hombre paciente. Paralelamente despunta un nuevo tipo de incomprensión, no ya por parte de las multitudes, sino típica de los discípulos: se puede aceptar al Mesías y, sin embargo, rechazar que deba sufrir; se puede confesar que Jesús es Dios y, sin embargo, no caer en la cuenta de que es un Dios diverso. Además, se afirma que, desde aquel momento, el tema de la pasión es habitual y central en el plan de salvación.
Texto bíblico
A) Jesús debe ir a Jerusalén
“En aquel tiempo” marca la transición. Pedro ya ha identificado a Jesús como el Mesías, y Jesús lo bendijo por su confesión de fe. Sin embargo, Jesús les dijo a sus discípulos que no lo dijeran a nadie, porque todavía no saben lo que significa que sea el Mesías. En el versículo 21, Jesús proyecta para ellos lo que se espera del Mesías, y es exactamente lo opuesto a sus expectativas.
“Que le convenía (Gr. δεῖ, dei, es necesario) ir a Jerusalén.” La pequeña palabra, dei, nos habla de necesidad divina, de la voluntad de Dios. Jesús debe ir a Jerusalén para completar la misión que le ha dado Dios. Jesús debe “padecer mucho.” Is 53, 4-6 introduce la idea del Siervo Sufriente, así que la idea no debe ser completamente ajena a los discípulos; pero parece que sí. La idea es más que sorprendente, más bien no tiene sentido. ¿Cómo puede un hombre muerto salvar a alguien? ¿Cómo puede un Mesías salvar a otras personas si no puede salvarse a sí mismo? ¿Por qué Dios enviaría a alguien a hacer algo tan fuera del carácter divino como morir? Si la muerte es, de alguna manera, necesaria, ¿por qué el Mesías tendría que morir la ignominiosa muerte de la cruz en vez de una gloriosa muerte en el campo de batalla?
Jesús sufrirá mucho a manos “de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas.” Estos tres grupos forman el Sanedrín, la suprema corte de los judíos. No son los peores hombres los que matan a Jesús, sino los mejores. Estos no tienen autoridad legal para sentenciar a muerte, pero decidirán a nombre de la nación que Jesús debe morir. Después persuadirán a la gente para que apoye la sentencia y los romanos la ejecuten.
Necesitamos recobrar la sorpresa que los primeros discípulos deben haber experimentado al escuchar estas palabras. ¿Por qué los guardianes nacionales de la herencia religiosa matan al que ha venido para cumplir con esa herencia?
“Y resucitar al tercer día.” La predicción de Jesús de su propia muerte es tan escandalosa que, como un gran magnetismo, atrae toda nuestra atención. Parece que los discípulos ya no siguen escuchando cuando Jesús predice su resurrección. Todavía están concentrados en las palabras “ser muerto.” Esto también es completamente comprensible. Los escritos judíos tienen mucho que decir sobre la resurrección final de los muertos, pero nada sobre la resurrección de un mártir individual. Hay que notar que “ser resucitado,” al igual que “ser muerto,” está en voz pasiva. Jesús no se levantará a sí mismo de la muerte, sino que pondrá su vida en las manos de Dios. Dios tomará la iniciativa para la resurrección.
B) ¡Dios no lo quiera, Señor!
Habiendo sido confirmado tan recientemente en su creencia de que Jesús es el Mesías, Pedro no puede entender estas palabras dramáticas. Pedro tiene la decencia de llevar a Jesús aparte para que su reprimenda sea privada y no en público. Seguramente siente que Jesús simplemente está teniendo un mal día. De seguro, también, la fortaleza y optimismo de Jesús regresarán pronto, pero Pedro siente la responsabilidad de prevenir que haga algo que lo dañe al estar en este depresión temporal. La reprensión de Pedro es amistosa, pero no deja de ser una reprimenda.
Aunque Pedro se dirige a Jesús como Señor, lo trata como un Señor caído que debe ser ayudado a ponerse de pie. Él reprende a Jesús, de la misma manera como Jesús reprendió a los vientos y el mar (8:26) y reprenderá a un demonio (17:18) la misma palabra (Gr. ἐπιτιμάω epitimao, reprender) se usa en estos tres pasajes. Pedro se pone a cargo y repudia, en el más fuerte lenguaje posible, lo que Jesús ha dicho. El discípulo que tan recientemente ha divinizado al Señor (16:16) ahora lo persuade.
C) ¡Aparate de mí, Satanás!
Jesús se vuelve para confrontar a Pedro cara a cara, algo que suena como si Pedro siempre hubiera estado físicamente detrás de él todo el tiempo. “¡Apártate de mí, Satanás!” Ahora Jesús demanda que Pedro se ponga detrás de él tanto espiritual como físicamente.
Las palabras de Jesús nos recuerdan su respuesta a Satanás, “Apártate de mí, Satanás” (4, 10), al final de la tentación en el desierto. La diferencia es que Jesús le mandó a Satán que se hiciera a un lado o se fuera (Gr. ὑπάγω, hupago), mientras que el mandato a Pedro es que se ponga (otra vez hupago) a la posición que debería ocupar detrás de Jesús. Ese es el lugar del discípulo, detrás del Maestro, siguiendo al Maestro. Cuando Pedro llevó a Jesús a un lado para reprenderlo, se puso en frente de Jesús tomando la iniciativa buscando dirigir a Jesús hacia un camino diferente. Al ponerse en frente de Jesús fuera de su lugar la Roca se convierte en Piedra de Tropiezo (gr. Σκάνδαλον, skandalon). Todavía peor, se convierte en Satanás (Gr. Σατανᾶς, adversario). El diablo es cualquier fuerza que busca desviarnos del camino de Dios, y eso es lo que Pedro estaba haciendo: tratando de desviar a Jesús del camino dado por Dios de la cruz.
En este incidente, Pedro se convierte en Satán, el tentador. Ahora Pedro intenta que Jesús abandone el camino angosto. Pero Jesús ya nos ha enseñado que el camino ancho, y fácil lleva a la destrucción, y el camino angosto y difícil lleva a la vida (5, 13-14).
Jesús nos dirige a un Reino donde todo es opuesto a lo que nosotros esperamos. Satanás nos lleva hacia arriba, Dios nos lleva hacia abajo. Los pensamientos humanos tienden hacia arriba, los divinos nos llevan hacia abajo. El demonio ama la grandeza humana; Dios la desprecia. Porque no entiendes lo que es de Dios sino lo que es de los hombres. Esa no es la manera en que Pedro lo ve. Pedro quiere que el Mesías tenga éxito. ¿Cómo puede ser esto malo? La respuesta es que la visión de Pedro sobre la misión está distorsionada, y él está tratando de sobreponer su visión a la de Dios.
Debemos tomar nota de esto. La iglesia siempre está tentada a tomar el camino alto del mundo, en lugar del camino bajo de Dios. Ciertamente hay ministros que son tanto fieles como “exitosos”, pero es de suma importancia que todo ministerio próspero se re examine a sí mismo frecuentemente para ver si ha abandonado la cruz y ha doblado su rodilla ante Satán. El ministerio que vende no siempre es el ministerio que salva.
D) El que quiera venir conmigo
Jesús dirige estas palabras a sus discípulos. El cambio es sutil pero significativo. Mateo presenta a Jesús en el papel de Rabí, instruyendo a sus discípulos sobre el significado del discipulado y diciéndoles lo que viene más adelante, no solamente para él, sino también para ellos. Las cruces se asoman en el horizonte.
Jesús llama a sus discípulos a una vida disciplinada. “Si alguno quiere venir conmigo” (Gr. θέλει ὀπίσω μου ἐλθεῖν, thelei opiso mou elthein, quiere venir detrás de mí). Estos discípulos ya antes han dejado todo para seguir a Jesús. Ahora Jesús los invita para re-evaluar su decisión basada sobre nueva formación. Ellos pensaban que seguir a Jesús sería el camino a la gloria, pero ahora les dice que es el camino a la auto-negación y la cruz.
El auto- negarse de la que habla Jesús no es fácil de entender. Primero menciona la auto-negación, pero eso solamente es el principio. Simplemente abandonar las cosas no hace a uno cristiano; solamente lo hace a uno quedarse sin nada. Jesús también espera que los discípulos lleven la cruz. Una cruz es donde la persona muere. ¡Fin de la historia!
¡Excepto que Jesús dice que ese no es el fin de la historia! “Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá, y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.”
Si los primeros discípulos fueron lentos para entender, no debe preocuparnos que también nosotros seamos lentos para entender. El crecimiento espiritual se lleva a cabo lenta y dolorosamente. Las personas que persiguen su propia felicidad de la manera más egoísta constantemente están en movimiento buscando algo que nunca van a encontrar. La vida cristiana, con sus costos y recompensas, comienza cuando por primera vez tomamos la cruz y seguimos a Jesús: La persona que está dispuesta a perder su vida en el servicio a Cristo está libre del miedo a la muerte. La persona para quien Cristo es más importante que las posesiones está libre de la esclavitud del materialismo, etc.
E) El Hijo del Hombre vendrá con sus ángeles
El Hijo del Hombre es el título más común para Jesús en este Evangelio. Él “pagará a cada uno conforme a sus obras” (Gr. τὴν πρᾶξιν αὐτοῦ, ten praxin autou). Cada uno por su obra, en singular y no en plural). Esto es tanto una advertencia como una promesa. Para aquellos que tratan de salvar sus propias vidas y construir sus propios nidos, es una advertencia. Para aquellos dispuestos a perder sus vidas por el amor a Jesús, es una promesa. Mt 25, 31-46 expande la imagen para hacernos saber que seremos juzgados de acuerdo a nuestras obras de misericordia en favor de los necesitados. En otros lugares aprendemos que somos salvos por gracia a través de la fe, pero Jesús deja claro en estos dos pasajes que nuestra fe debe manifestarse en buenas obras. Nuestra salvación depende de ello.
Preguntas para la lectura:
¿Qué le anunció Jesús a sus discípulos?
¿Qué hizo Pedro?
¿Qué le dijo Jesús a Pedro?
¿Qué le dijo Jesús a sus discípulos?
¿De qué le sirve al hombre ganarse el mundo?
¿Qué hará Jesús cuando vuelva?
MEDITACIÓN (Qué me dice la Palabra de Dios)
Nos cuesta entender el misterio de la cruz. Rechazamos el dolor y la contradicción como cualquier persona que no cree en lo que hizo y dijo Jesús. Éste es un momento para revisar nuestra postura ante: las adversidades de todo tipo que nos sobrevienen: corporales, psicológicas y religiosas. ¡Cuántas veces hago el papel de Pedro en mi vida! Rechazar la cruz, no comprenderla que puede ser para mí el poder de Dios”, ¡el paso necesario a la vida! Y cuantas veces soy obstáculo para los demás de mirar hacia adelante buscando su salvación.
ORACIÓN: ¿Qué le respondo al Señor? ¿Qué le decimos?
Gracias, Señor, porque a pesar de la cruz, de los problemas y dificultades, ahí estas en medio de nosotros, gracias por que por medio del sentido del dolor nuestra vida se va adaptando a lo que tú quieres de nosotros, gracias por el amor de nuestras familia, por los hermanos que nos encontramos cada día y por todo lo que nos regalas. Por eso te damos gracias Señor. Gracias Señor, gracias Señor.
Te pedimos perdón cuando hemos sido cobardes de aceptar el dolor, y renegar cuando nos va mal, y muchas veces te echamos la culpa por las adversidades, cuando no hemos sabido meditar el misterio que envuelve la cruz. Por eso te pedimos perdón. Perdón Señor, perdón Señor.
CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el mensaje?
A Jesús que emprende con decisión el camino de la cruz, para realizar el proyecto del Padre.
A ti mismo, que eres difícil para reconocer, aceptar y agradecer el plan de Dios sobre ti mismo.
ACCIÓN: ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos?
La intención general del apostolado de la oración del Papa para el mes de septiembre es:
Por la evangelización: Parroquias al servicio de la misión “Por nuestras parroquias, para que, animadas por el espíritu misionero, sean lugares de transmisión de la fe y testimonio de la caridad.”
Intención personal: Trataré de ser una persona que valore el sentido del dolor en mi vida, que también ello me lleva a una purificación, siempre ser optimista para ver el misterio de la cruz, no como una carga sino como un triunfo.
Intención comunitaria: Que en mis comunidades sea un medio de aliento y ayuda para mis hermanos, que el camino de la cruz no es algo que hay que temer, sino que es un medio de salvación, y tratar de no ser obstáculos, sino medios para llegar al Señor.
CREDO (Profesión de Fe)
CREDO DE LOS APÓSTOLES
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
ORACION UNIVERSAL
ORACION UNIVERSAL
Celebrante: Hermanos, el Señor nos invita a cargar con nuestra cruz y a seguirlo. Pidámosle que nos ayude y digamos:
R. Te lo pedimos, Señor.
ORACIÓN DE LOS FIELES. (Monitor)
- Para que los cristianos del tercer milenio nos dejemos guiar por el Evangelio. Oremos.
- Para que los obispos y sacerdotes den testimonio del amor de Dios. Oremos.
- Para que nuestros gobernantes trabajen por la paz y la justicia. Oremos.
- Para que los que consagran su vida al Señor sean fieles a su vocación. Oremos.
- Para que los difuntos gocen de la vida eterna. Oremos.
- Para que seamos discípulos coherentes de Cristo y carguemos nuestra cruz de cada día. Oremos.
Oración.
Celebrante: Escúchanos, Señor, y enséñanos a discernir tu voluntad: lo bueno, lo que te agrada, lo perfecto. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén
Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén
LITURGIA EUCARÍSTICA
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Celebrante: Que esta ofrenda sagrada, Señor, nos traiga siempre tu bendición salvadora, para que dé fruto en nosotros lo que realiza el misterio.
Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén
MONICIÓN DE OFRENDAS (Monitor)
San Pablo nos ha dicho hoy: «Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios.» Con las ofrendas de Pan y vino presentemos también al Señor todo nuestro ser.
Ofrenda Sagrada: recibe señor mi ofrenda junto al pan y al vino Reconozco que todo lo que tengo y todo lo que soy tú me lo has dado y es mi agradecimiento porque eres mi señor a quien ofrezco el fruto de mi trabajo para las necesidades sostenimiento y engrandecimiento de nuestra iglesia amén.
CANTO DE OFERTORIO
Llevemos al Señor el vino y el pan
Em D Em
Llevemos al Señor el vino y el pan
Em D Em
llevemos al altar la viña, el trigal.
G D
EL SEÑOR NOS DARÁ
G D Em
ÉL NOS DARÁ SU AMISTAD.
Em D Em
Llevemos al Señor pureza y amor
Em D Em
llevemos al altar justicia, hermandad.
Em D Em
Levemos al Señor trabajo y dolor
Em D Em
llevemos al altar ofrendas de paz.
Celebrante: Bendito seas señor, Dios del universo por este pan y este vino fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de Salvación.
INVITACIÓN A ORAR
Celebrante: Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
R. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
PLEGARIA EUCARISTICA
PRIMERA PLEGARIA
Celebrante: El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
Celebrante: Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Celebrante: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
Prefacio Dominical II El Misterio De La Salvación
Acción de gracias
Celebrante: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien, compadecido del extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen María; muriendo en la cruz, nos libró de la muerte eterna y, resucitando de entre los muertos, nos dio vida eterna.
Aclamación:
Por eso, con los ángeles y los arcángeles, con los tronos y dominaciones y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
CANTO DE SANTO
Bm Em A D
Santo, Santo,
G Em F#m Bm
Santo es el Señor Dios del universo
Bm Em A D
llenos están los cielos y la tierra
G Em F#m Bm
de su Gloria ¡Hosanna!
Bm Em A D G Em F#m Bm
Hosanna Hosanna Hosanna en el cielo (2)
Bm Em
Bendito es el que viene
A D
en Nombre del Señor,
G Em F#m Bm
Hosanna en el cielo, Hosanna
CONSAGRACIÓN
Prefacio
Celebrante: Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad;
TRANSUBSTANCIACIÓN
1ª Epíclesis o invocación al Espíritu Santo. Por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor.
Relato de la institución de la Eucaristía. El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan; dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE EL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR NOSOTROS.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y BEBED TODOS DE EL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA POR NOSOTROS
Y POR TODOS LOS HOMBRES
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
Aclamación
Éste es el Sacramento de nuestra fe:
R. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. !Ven, Señor Jesús!
Anámnesis Memorial y ofrenda
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo,
Oblación te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.
2ª Epíclesis o invocación al Espíritu Santo
Te pedimos, humildemente, que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Intercesión
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; y con el Papa ... , con nuestro Obispo ... y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección,
y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Conmemoración de los Santos Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen, Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.
Aclamación
Doxología
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R. Amén.
RITO DE LA COMUNIÓN
PADRE NUESTRO (Oración)
Celebrante: Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
PADRE NUESTRO
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Celebrante: Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
R. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
RITO DE PAZ
Celebrante: Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
"La paz os dejo, mi paz os doy"; no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Celebrante: La paz del Señor esté siempre con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
Celebrante: Como hijos de Dios, intercambien ahora un signo de comunión fraterna.
FRACCION DEL PAN
CANTO DE CORDERO DE DIOS (Balada)
Em Am
Cordero de Dios que quitas
C D Em
el pecado del mundo
Am D G Em
ten piedad de nosotros
Am B7 Em
ten piedad de nosotros ( 2)
Em Am
Cordero de Dios que quitas
C D Em
el pecado del mundo
C E7 Am D D7 G
Danos la paz, danos la paz
Am D G Em Am B7 E E7
Danos, danos, danos la paz
Am D G Em Am B7 Em
Danos, danos, danos la paz
Celebrante: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Celebrante: El Cuerpo de Cristo que me guarde para la vida eterna.
R. Amén.
COMUNION
MONICIÓN DE COMUNION (Monitor)
Para los hermanos que van a recibir la sagrada comunión es importante que antes de
comulgar mediten en lo siguiente Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave
no comulgue el cuerpo del señor sin acudir antes a la confesión sacramental Quien vaya
a recibir la sagrada comunión debe abstenerse de tomar cualquier alimento al menos
una hora antes a excepción del agua y de las medicinas.
Con el salmo hemos proclamado: «Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío»; esa sed y
hambre de Dios nos hacen acercarnos en este momento a recibirle en la Santa Comunión.
ANTÍFONA DE COMUNION(Monitor)
Qué grande es tu bondad, Señor, que tienes reservada para tus fieles.
CANTO DE COMUNION
CANTO DE COMUNION
Tomad y Comed
D Bm F#m A
Tomad y comed, esto es __ mi Cuerpo __
Bm F#m A7 D
Que será entregado por voso - tros.
D Bm F#m A
Tomad y bebed esta es __ mi Sangre ___
Bm F#m A7 D
Que será derramada por voso - tros.
D Bm Em F#m A
1. Si me siento a tu mesa debo perdonar;
D Bm Em A7 D
__ olvidar los rencores para comulgar.
D Bm Em F#m A
2. Recibiendo tu cuerpo en la Comunión
D Bm Em A7 D
Y bebiendo tu Sangre siempre viviré.
D Bm Em F#m A
3. Ven, Jesús, ven a mi alma. Mora Tú en mí.
D Bm Em A7 D
Quiero ser un profeta. Quédate, Jesús.
D Bm Em F#m A
4. El que quiera seguirte debe renunciar
D Bm Em A7 D
Y siguiendo tu ejemplo ser un servidor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Celebrante: Saciados con el pan de esta mesa celestial, te suplicamos, Señor, que este alimento de caridad fortalezca nuestros corazones, para que nos animemos a servirte en nuestros hermanos. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
RITO DE CONCLUSION
BENDICION FINAL
Celebrante: El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
Celebrante: La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R. Amén.
Celebrante: Pueden ir en paz.
R. Demos gracias a Dios
MONICIÓN DE SALIDA (Monitor)
La misa ha terminado, pero nuestra misión no. Ahora vayamos a seguir al Señor, sabiendo que para ello debemos también cargar con nuestra cruz.
CANTO DE SALIDA
Reina del Cielo
C F C
Reina del cielo te saludamos
F G
tú nos reuniste junto al altar
E7 Am G C
al despedirnos te suplicamos
F G C
que no nos dejes al caminar
C F G C
Madre y modelo de los creyentes
F G E
hogar y templo del mismo Dios
A Dm
toda la iglesia en tí contempla
G C
la imagen viva de su misión
C F G C
Queremos madre seguir tus huellas
F G E
en el trabajo y en la oración
A Dm
brindar al mundo con nuestras vidas
G C
luz y esperanza, paz e ilusión
C F G C
Cuando la vida se torne oscura
F G E
y nos envuelva con el dolor
A Dm
danos oh madre sabiduría
G C
para entender con el corazón
C F G C
Que nuestra iglesia se acerque a todos
F G E
que a todos ame como Jesús
A Dm
que esté contigo junto al que sufre
G C
cómo estuviste junto a la cruz
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